Hace cinco años que en esta misma sección hablé de la llamada ´Compañía Cartagenera de Navegación´, una más de las empresas que poseía el rico minero Celestino Martínez, famoso por haber promovido la construcción del Gran Hotel que este año cumple el centenario de su inauguración. Esta naviera disponía durante la segunda década del siglo XX de cuatro barcos con los nombres de los Cuatro Santos cartageneros, Santa Florentina, San Isidoro, San Leandro y San Fulgencio. Pero la desgracia hizo que durante la I Guerra Mundial la compañía perdiera los dos últimos navíos a manos de los submarinos alemanes.

Precisamente, de las lamentables circunstancias que rodearon la desaparición del San Fulgencio trata la historia de hoy. Para que el lector se haga una idea, una veintena de barcos españoles fueron hundidos por los submarinos alemanes y por minas a la deriva desde agosto de 1915 hasta abril de 1917. En el caso que nos ocupa nuestro barco navegaba ese último mes transportando carbón desde el puerto de Newcastle con destino a Barcelona. Cuando se encontraba en las cercanías del pueblo francés de Les Sables d´Olonne un submarino alemán les disparó sin avisar un primer cañonazo. La respuesta de los cartageneros fue pitar para que los alemanes pararan, pero éstos siguieron disparando hasta llegar a los cinco impactos. Varios de estos disparos alcanzaron a la embarcación pero no contentos con ello los alemanes, y más concretamente su comandante, ordenaron a los pobres tripulantes que en su propio bote llevaran bombas para explotar el San Fulgencio.

Aunque el capitán Jaime López declaró después que se negó a ello llegando a ponerse delante del cañón de los alemanes, no tuvieron más remedio que hacerlo. Pese a que se les prohibió sacar objeto alguno del vapor, se da la paradoja de que pudieron salvar un anteojo marino que había pertenecido al San Leandro, torpedeado y hundido unos meses antes por los alemanes cuando se dirigía a Londres con un cargamento de fruta. Las noticias sobre el paradero de los navegantes cartageneros fueron bastante confusas hasta que, por fin, el 9 de abril llegó a Cartagena la noticia tranquilizadora en forma de telegrama del cónsul de España en Nantes. En él decía que la tripulación había llegado sin novedad a dicha población procedentes del puerto de Les Sables d´Olonne y que se dirigían hacia Irún. Por fin, el 14 de abril, regresaron a nuestra ciudad a bordo del tren correo estos valientes marinos dispuestos a recuperarse de la odisea vivida. Un episodio el del San Fulgencio que originó la protesta del Gobierno español ante el alemán, y que hizo que el nombre de Cartagena estuviera en boca de la prensa nacional y traspasara nuestras fronteras.