El 25 de diciembre de 1977 hubo luna llena. En el pasado 25, día de Navidad, volvió a ocurrir este fenómeno, 38 años después, casi como un acontecimiento histórico de los que se recuerda en las efemérides y que no volverá a suceder hasta 2034. En la última fría luna llena del siglo pasado, Adolfo Suárez llevaba casi seis meses al frente de la presidencia del Gobierno luego de ganar la UCD las primeras elecciones desde la Guerra Civil, que dieron paso a nuestra democracia actual. Habría de pasar, no obstante, un año, hasta diciembre de 1978, para ver definitivamente aprobada la Constitución. Cuando disfrutamos de la luna de esta Navidad (es un buen ejercicio parar unos instantes para deleitarse mirando al cielo, al final nos quedan los pequeños detalles) nuestra política también está en un momento particularmente difícil.

Un vistazo a algunos diarios extranjeros avalan esta afirmación: Financial Times: «Para los mercados, el fracaso de España para elegir a un claro vencedor en las elecciones del pasado fin de semana es el peor de los resultados posibles»; The Wall Street Journal: «España afronta semanas de inestabilidad política después de unas elecciones no concluyentes»; Die Welt: «España se vuelve un socio incómodo para Europa tras las últimas elecciones»; Il Messaggero: «Caos en España: no hay ninguna mayoría»; Le Monde: «España tiene muy difícil encontrar Gobierno». Suficientes para hacernos una idea de cómo ven en el extranjero el resultado del 20-D, aunque ya sé que no era necesario salir de España para llegar a las mismas conclusiones.

A lo largo de toda la semana se han abierto varios frentes cuyo fin es incierto, aunque hay que tener en cuenta que estamos en la primera semana después de las votaciones y los mensajes inequívocos e inamovibles que llegan desde los cuatro actores principales -PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos- se pueden tornar en aceptables y asumibles bajo el tamiz de la política, que todo lo suaviza y transmuta si es imprescindible. Pese a que la fría y distante relación entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez no parece que tenga visos de mejora después de los insultos que se dedicaron en el debate electoral, debemos esperar para no hacer política ficción con el entramado de combinaciones que recién se ha abierto. Lo único cierto es que el conjunto de posiciones, argumentos y condiciones que los partidos políticos están poniendo sobre la mesa de juego es diabólicamente enrevesado y nadie sabe si tendremos Ejecutivo de derechas, de izquierdas, del bipartidismo o nuevas elecciones generales, aunque de las cuatro, esta última sería la opción que desecharía en primer lugar. La semana pasada confiaba en que los españoles acertáramos con nuestra voto; ahora espero que sean los políticos los que atinen.