Es muy difícil, al menos para mí, mantener la calma, el tono correcto, una grosera agresividad. Rajoy mantuvo el temple durante un buen rato, haciendo caso omiso de los gestos negativos constantes „a un metro de distancia„ con que Sánchez recibía sus mensajes. Lo de las interrupciones constantes es también un arma de singular eficacia para descomponer al contrario. Rajoy debió prever que esto, dada la escasa categoría del adversario, habría de ser así. Rajoy aguantó bien un buen rato y lo intentó hasta casi el final, pero lo miserable, mezquino y ruin del candidato Sánchez hizo imposible que la compostura en el debate pudiera mantenerse. La imagen de Sánchez, tosca, grosera y vulgar, desacreditó al muy respetable partido cuya representación le fue encomendada.