Con un 40 % de indecisos, a ver quién es el guapo que se atreve a pronosticar el resultado electoral del próximo domingo. El CIS lo ha hecho, pero ha torturado tanto los números que han terminado por confesar lo que quería oír quien ha pagado, con el dinero de todos, la encuesta. Yo, que también tengo, en un rincón de mi mesa de trabajo, mi propio centro de investigaciones sociológicas, sin mayúsculas, y que hago mis propias encuestas, aunque sea con muestreos que no van más allá de mi entorno más inmediato, y con una ´cocina´ que no cuenta con otra herramienta que no sea la intuición, no voy a ser menos. Ganará el PP, sí, pero será un victoria muy ajustada, pírrica, si me apuran. Nos esperan, de hecho, unos meses de resaca postelectoral a la catalana. Como Mas con la CUP, Rajoy (muy tocado tras los debates, tanto por aquellos de los que se zafó como por el cara a cara) será la moneda de cambio para alcanzar un pacto PP-Ciudadanos. Para salvar la cara, Rivera sólo apoyará al PP si éste se desprende de la rémora de un expresidente salpicado por la corrupción y responsable de una gestión política nefasta. Sánchez será segundo, pero está por ver que pueda liderar la oposición con un Podemos pisándole los talones.

Lo que no dice el CIS, y ahí quiero yo entrar, es lo que mueve a la gente a la indecisión; a no saber, a estas alturas, a quién va a votar. Sin ánimo de ser exhaustivo, veamos algunas claves. Empecemos por el votante indeciso del PP. El que votó hace cuatro años a la formación conservadora y está ahora más liado que una calabaza. El que ha asistido impotente a la subida de impuestos, al crecimiento de las desigualdades y al aumento de la pobreza, cuando le habían prometido lo contrario. El que ha visto cómo Rajoy ha recortado en todo lo recortable menos en lo que había que recortar. El que al echar cuentas sólo puede constatar que se ha destruido empleo a espuertas y el poco que se ha creado ha sido precario y mal pagado. O al que no le queda otro remedio que admitir que la corrupción, con su base logística en Génova, ha extendido sus tentáculos hasta la India€ Este votante rebotado y poco ideologizado es sin duda el más volátil, el que va a hacer que se incline la balanza de un lado o de otro.

El indeciso del PSOE es ante todo un desengañado. Más que del centro, procede últimamente de la izquierda, y se mueve en un círculo vicioso, envuelto en una duda existencial. Creyó en un proyecto, dejó de creer, y no sabe, tras la amarga experiencia de estos últimos cuatro años, si volver a creer. Le gusta lo que dicen los socialistas en su programa electoral, lo que defienden en las tribunas, pero desconfía de que luego lo lleven a cabo. Sobre todo en el ámbito de la economía. Aquí en Murcia, además, ese votante escéptico empieza a estar cansado de votar en mayo al padre y en diciembre a la hija. O ir, como diría el otro, del coro al caño y del caño al coro€

El incierto votante de Ciudadanos, por su parte, viene rebotado del PP o del PSOE. Es modoso y no termina de entender que su voto acabe sirviendo para mantener en el poder a quienes quiere echar. En realidad, no se resigna a convertirse en un mero elemento corrector, como ocurre en la región.

En cualquier caso, el indeciso más escurridizo, no me cabe la menor duda, es el de Podemos. Es la gran duda de estas elecciones. Es tan heterogéneo, que no hay por dónde cogerlo. Viene de la derecha, del centro y de todas las izquierdas. Lo que acaba generando recelos en unos y otros. Entre los que se conforman con que sustituya al PSOE, con otro talante, y los que quieren asaltar los cielos.

En cuanto al indeciso de IU, se encuentra como siempre atrapado entre el maldito voto útil y su voto de conciencia. Sabe que en el fondo es esta formación la que defiende sus valores de izquierda, la que lleva años luchando por una sociedad más justa, pero teme que su voto se pueda perder con esta ley electoral injusta. Tampoco ayuda que, pese a representar actualmente a la tercera fuerza política parlamentaria en número de votos, Alberto Garzón haya sido excluido deliberadamente de los debates electorales.

Esto es lo que me dice mi particular CIS. De cómo resuelva cada uno de estos indecisos o escépticos su particular dilema, no creo que haya ´cocina´ que pueda dar cuenta. Para acertar sólo cabría tener dotes adivinatorias. Y si yo las tuviera, creedme, las emplearía, no sé si en cosas mejores, pero sí distintas.