Ahora termina el periodo legal para la publicación oficial de encuestas y entramos en la recta final de la campaña. Son los días donde la llamada a la movilización y a la participación se convierte en objetivo prioritario de todas las fuerzas políticas.

Los sondeos demoscópicos recogen un porcentaje de indecisos que podría estar por encima de una tercera parte de los votantes. Una cifra desequilibrante en unos comicios plurales que se presumen apretados y los distintos cabezas de cartel arengan a sus afiliados para que se dediquen con todas sus fuerzas a la busca y captura del indeciso para intentar llevarlo a su huerto.

Para algunos analistas la alta cifra de indecisos es irreal, son los que defienden que la mayoría de los votantes a estas alturas tienen claro a quién van a votar, otra cosa distinta es que no quieran hacerlo expreso. También mantienen que entre los realmente dubitativos tienen muy claro las exclusiones, es decir a quién no van a votar.

Las teorías sobre el voto oculto suelen ser más ´sardineras´´, por aquello de arrimar el ascua...

Un veterano y reputado analista, especialmente entre sus amigos del PP, me comenta que los populares tendrán en esta ocasión un repunte positivo en las urnas en ese voto escondido. Sus argumentos son muy elementales: hay ciudadanos que van a seguir manteniendo su respaldo al partido gobernante, pero les da vergüenza decirlo. Esta forma de posible ´voto vergonzante´ la describen de una forma muy gráfica algunos sociólogos. Son los electores que acuden a depositar la papeleta en la urna con los ojos cerrados y la nariz tapada. No creo que sea en ese voto oculto al que se refiere y en el que confía el veterano analista popular.

Con la abstención se repite siempre la misma historia. A priori, en estos comicios una baja participación beneficiaría a los partidos clásicos, es decir a socialistas y populares porque parten con un segmento de fieles, generalmente personas mayores o de mediana edad a prueba de bombas y vacunados contra corruptelas o despilfarros. En base a esta teoría los emergentes serían los más perjudicados, por aquello de que la abstención es más elevada en el voto juvenil y también entre los parados o las personas al borde de la exclusión por las secuelas de la crisis económica.

Y luego están los intereses partidistas: a los populares y socialistas no les importaría que el 20D los cabreados con sus respectivas gestiones se fueran al voto en blanco o se quedaran en casa. A ellos les preocupan más los posibles trasvases en masa.