El artista es el responsable de su propio trabajo, es el único protagonista de la creación. El verdadero artista es la persona que viola continuamente la frontera que separa lo profesional de lo personal, pues en cada uno de sus trabajos participa íntimamente su propio yo. Pero tanta exposición personal no asegura el reconocimiento de su obra.

Hay millones de artistas que crean; sólo unos cuantos miles son aceptados o, siquiera, discutidos por el espectador; y de ellos, muchos menos todavía llegan a ser consagrados por la posteridad», dijo Marcel Duchamp. De igual modo, hay que decir que en el reconocimiento de una obra no está implícita su calidad, pues no son conceptos semejantes precio y valor, ya que existen multitud de factores que influyen en el éxito; culturales, sociales, económicos, personales...Los orgullosos propietarios de obras de arte suelen pensar que el precio de éstas siempre mantiene una progresión paralela relacionada directamente a la calidad. Pronto salen de su error, pues la calidad es siempre independiente de las circunstancias exteriores, por el contrario, el precio es un valor que fluctúa según los criterios de un mercado, que como todos sabemos, posee la característica de la volatilidad.

Los entramados urbanos de las cascos históricos de las ciudades han sufrido el peso de la inestabilidad propia del mercado inmobiliario. La adquisición de edificios antiguos de alto valor cultural a elevados precios para proceder a su rehabilitación, en su momento, compensaba económica y patrimonialmente. No obstante, la caída de precios, derivada de la crisis inmobiliaria produjo el abandono de multitud de proyectos y por consiguiente el abandono, supongo y espero que temporal, de bienes patrimoniales. ¿Esto significa que ahora estos inmuebles han perdido su valor?, la respuesta es no, lo único que se ha depreciado fue su precio.

¿Y como podemos valorar la calidad de una obra de arte? Tras años de arduas discusiones entre mis compañeros de facultad, tras extendidas charlas con creadores, descubrimos que no existe una respuesta simple, en principio pensamos que la originalidad era un valor que no podía ser desechado, la investigación o la constancia, también influye determinantemente, la sensibilidad, la implicación ética, son otros valores que se pueden adicionar a los anteriores, pero el sumatorio de todo esto, muchas veces no es suficiente. Posiblemente el paso del tiempo sea el juez que dicte sentencia, la permanencia, la filtración generacional que fosiliza o fija la obra en la memoria de los pueblos. Claro es que no soy pitoniso y por ahora no me atrevería a decir cual es la producción artística que salvará la inexorable prueba del tiempo, como mucho y de manera muy aventurada, podría intuir una posibilidad. Supongo que algún 'profeta' habrá que vaticine la calidad indiscutible de alguna creación artística. ¿Que suerte, no?

Sin salir de la comarca del Campo de Cartagena, hoy quiero desviar la mirada al municipio vecino de La Unión, aunque geográficamente muy cercano a Cartagena, es estéticamente muy diferente, evidentemente, característica derivada del diferente desarrollo social, económica y cultural de su población. Las edificaciones sencillas de una sola planta, salvo algunas excepciones, como la Casa del Piñón, han sido el sello de su urbanismo, que recuerdan a otras poblaciones con un devenir histórico paralelo, como Linares, Puerto Real o Río Tinto. En todos estos casos en vías de desaparición.

Pues bien, en la plaza de la Iglesia del Rosario, esquina con la calla Glorieta, se ubica una casa de ladrillo rojo visto, bajo y una planta, que, de alguna manera, funciona como nexo entre las típicas edificaciones de Cartagena y las habituales viviendas de una planta en las que habitaban los trabajadores de la minería. En la primera planta de la fachada principal lucen dos balcones estilo cartagenero de madera blanca, cierres de guillotina y tejadillo cubierto de metal. Hasta aquí las semejanzas, sus dos plantas, pequeño voladizo y un limpio trabajo de albañilería con marcado carácter industrial, hacen que esta construcción resalte en su muy modificado entorno. Una mala entendida regeneración urbanística, que consiguió que en la plaza de la Iglesia del Rosario solo quede un único testigo del pasado de La Unión, es otro ejemplo de la pérdida irreversible de valores culturales, haciéndonos a todos más pobres y no sólo a los unionenses. De acuerdo que las casas de bajo coste de una sola planta, que abundaban en La Unión, no son de gran valor económico, pero si atesoran un alto valor patrimonial e histórico.

Víctor Hugo decía que «la arquitectura es el gran libro de la humanidad», no deberíamos arrancarle ninguna página más, ya que olvidar nuestro pasado es un error que paralizaría el progreso. Creo, que a estas alturas, todo el mundo se habrá dado cuenta que estos artículos no sólo tratan de balcones, ventanas y fachadas, hablan de los conceptos de arte y patrimonio cultural, de protección de la memoria cultural, además colaborar, o eso espero, a levantar, metafóricamente hablando, la mirada, para que cada uno extraigamos nuestras propias conclusiones, teniendo en cuenta otros muchos factores que inciden sobre nuestro entorno cultural.