El pasado 4 de noviembre presentaba su último libro, titulado Cúmulo, el filólogo murciano Francisco Javier Gómez Ortín, cuyo seudónimo coincide con el título de este texto. El P. Javier, como también es conocido en otros ambientes vinculados a la Orden Franciscana en Murcia, nació en la pedanía de Guadalupe en 1929, en el seno de una familia de ocho hermanos, cuyo padre era artificiero de la Fábrica de la Pólvora. A los dos años la familia se estableció en el cartagenero Barrio Peral, donde aprendió a leer de la mano del maestro D. Rafael, regresando a Javalí Viejo en 1935 mientras el padre era destinado a Burgos donde pasó la Guerra Civil.

En 1940 entró en el seminario seráfico de Cehegín donde permaneció durante cinco años al cuidado de los PP. José Carrillo, Ángel Herrera, Francisco Bailón, Antonio Martínez Botía y José Bernal, de quienes obtuvo la formación inicial que completó en el noviciado de Lorca, al pie de la imagen de la Virgen de las Huertas. Sus primeros escarceos literarios tuvieron lugar en Cehegín, en la revista franciscana Alborada Seráfica, a los que siguió una serie de artículos periodísticos inéditos y perdidos en la actualidad.

Cursó los años de Filosofía en Hellín y los de Teología en Orihuela, donde fue ordenado sacerdote, en 1953, por el obispo García Goldaraz. Cantó su primera misa en La Merced de Murcia y obtuvo su primer destino como profesor de Latín en el colegio seráfico de Cehegín, al que siguieron otros en Cartagena, Madrid, Murcia, Baza y Orihuela, siempre como profesor de la materia indicada. En 1961 comenzó la carrera de Filosofía y Letras, en la especialidad de Lenguas Románicas, en la UMU, junto a compañeros como los profesores jubilados Paquita Moya del Baño, Antonio Gil Olcina, José Antonio Sarmiento y José Zaragoza, entre otros, y con profesores tan emblemáticos como Manuel Muñoz Cortés, Ángel Valbuena Prats, Mariano Baquero Goyanes y Juan Torres Fontes, también entre otros. Seis años después, destinado de nuevo en Cehegín, comenzó su tesis doctoral, dirigida por Muñoz Cortés sobre el 'Vocabulario del noroeste murciano', simultaneando la investigación con la docencia en el instituto y la actividad pastoral, pues en 1966 comenzó a funcionar como parroquia el convento de San Esteban, coincidiendo en ella con los PP. José María Tovar, Motos, el poeta Fermín María y Lorenzo Prieto. Destinado posteriormente a Madrid, fue el encargado del traslado de todo el patrimonio documenta y bibliográfico de la Orden Franciscana desde la 'Residencia Cardenal Cisneros' a S. Francisco el Grande, ocupándose durante su estancia en la capital de las revistas franciscanas Verdad y Vida (fundada por el P. Isidoro Rodríguez Herrera en 1940) y Archivo Iberoamericano.

Al inaugurarse el Instituto Teológico de Murcia en 1981 se ocupó de la biblioteca del mismo por encargo de su primer director el P. Francisco Martínez Fresneda, coincidiendo con los primeros directores del mismo Juan Meseguer, Isidoro Rodríguez Herrera y Víctor Sánchez Gil. En Baza (desde 1990 a 1993) concluyó su tesis doctoral, que defendió ante el tribunal formado por los doctores Antonio Llorente Maldonado (de la Universidad de Salamanca), Jiménez Cano y Muñoz Garrigós (de la de Murcia); tesis publicada por la Editora Regional en 1991, siendo director de la misma Javier Marín Ceballos.

Autor de varios libros y cientos de artículos periodísticos de muy diversa naturaleza, y científicos sobre temas filológicos, muchos de ellos publicados en LA OPINIÓN, todos de temática murciana, acaba de recoger una selección de los mismos en la obra Cúmulo, de lectura aconsejable por su amenidad y variedad. Desde 2008 reside en el convento franciscano de Orihuela donde, con 86 años envidiablemente llevados, prepara para su inminente publicación la Toponimia de Orihuela y su comarca, mientras realiza frecuentes desplazamientos a Murcia, donde mantiene importantes vínculos de los que ni quiere ni puede deshacerse.