Los mismos que ofrecían hipotecas a todo el que tenía edad de comprarse una casa, convirtiendo el Monopoly en un deporte nacional, ahora quieren hacer méritos para apoderarse de las huchas que no se había llevado el ladrillo con la excusa de que la jubilación no nos llegará para vivir. Su objetivo es meternos el miedo en el cuerpo para que coloquemos todos los ahorros en planes de pensiones, que a ellos les permiten salvar la reputación y sacar pecho. En su afán por cumplir objetivos, no ven que quienes se han quedado con lo justo para comer y sobrevivir sin lujos han perdido la capacidad de sufrir por el futuro. Quien más y quien menos empieza a plantearse la vida como Antonio Banderas, que ahora se ha ido a Londres a aprender a coser para buscar en la aguja y el dedal el retiro que ya no le garantiza el cine. Pero entonces llega Rajoy y anuncia que los más afortunados no van a ser los que se jubilen, sino los que pueden permitirse el lujo de dejar de pagar el IRPF sin abandonar el despacho, porque tienen chófer y secretaria que les resuelven todo o simplemente porquepueden ganarse la vida tomando cafelitos. Y mientras tanto, los demás les costearemos su vejez dorada.