or fin se celebró el tan esperado debate entre los candidatos a la presidencia del Gobierno español, aunque se trató de un debate incompleto, ya que el candidato Rajoy por voluntad propia y el candidato Alberto Garzón por no ser invitado faltaron a la cita. Comenzó el debate con nerviosismo por parte de los cuatro participantes; un nerviosismo que con el paso del tiempo, las alusiones y las críticas desapareció para animarse a medida que se abordaban los temas de la corrupción política y la independencia de Cataluña.

A pesar de que todos se consideraron ganadores, Pedro Sánchez perdió una magnífica oportunidad para demostrar su fortaleza tanto fuera como dentro del partido; una falta de liderazgo que el propio Iglesias le echó en cara como si fuese un acertado gancho de derecha. Y es que este PSOE de Pedro Sánchez como ya lo había sido el de Rubalcaba sigue perdido, sin encontrar su ideología, deambulando por una izquierda difusa sin saber muy bien si son una cosa u otra, en parte porque han relegado a los viejos ideólogos y los han sustituido por jóvenes flower power cuyo único mérito es precisamente ese; ser jóvenes.

Por su parte, Soraya Sáenz de Santamaría cumplió a la perfección con su papel, que no era otro que defender la política del PP en el Gobierno, recordar a los ciudadanos la mejoría macroeconómica y proteger al escondido Rajoy al comienzo de su intervención.

Albert Rivera, un poco más ansioso que los otros tres candidatos, estuvo como siempre muy correcto, dialogante, demostrando que su partido es ya una gran realidad capaz de posicionarse como la segunda fuerza más votada del país.

Por último, Pablo Iglesias estuvo más contenido y relajado que en otras ocasiones incluso llegó a estar gracioso, tal vez porque en su interior sabe que tiene muy difícil ser el partido más votado, lo cual le permite hablar con tranquilidad. Qué duda cabe que su mensaje no deja de ser absolutamente cierto en muchísimos aspectos, pero que detecte cuáles son los problemas principales del país no quiere decir que sea capaz de ofrecer soluciones, algo que muchos votantes indecisos saben.

Al final, y tras el debate, la mayoría de las encuestas de los diarios dieron como clarísimo vencedor duplicando e incluso triplicando al siguiente a Pablo Iglesias. En cuanto a los otros tres, la cosa no quedó clara, ya que unas encuestas dieron como segundo a Soraya Sáenz de Santamaría; otras, a Pedro Sánchez y otras, a Albert Rivera. De traducirse en las urnas la media de esas encuestas, nuestro presidente sería Pablo Iglesias con mayoría absoluta.

Por lo poco que llevamos de campaña, parece que los candidatos están jugando limpio entre ellos. Todo lo contrario que lo que está sucediendo en las redes sociales, donde se está celebrando una violenta batalla. Aquí, la cosa no es tan decente ni tan honesta: se habla de franquistas, racistas o fascistas gratuitamente; se vuelve a dividir a la población entre rojos y azules, ricos y pobres, buenos y malos; se habla de lucha de clases como si no hubiésemos avanzado nada, y se insulta a los votantes de los partidos contrarios sin el menor respeto, lo cual es una muestra de fascismo venga de donde venga.

Y es que en España da la sensación de que no somos votantes, sino hooligans, y que nos gusta vivir en una eterna batalla de bandos siempre enfrentados. Un profundo error y un acto de absoluta irresponsabilidad que ya sabemos a dónde nos lleva.