Siempre he sido una consumada lectora y mantengo como uno de los mayores placeres disfrutar de un libro ajena al mundo que me rodea y sumergida en las historias que se esconden detrás de cada página. Por eso, he vivido casi como un milagro que mi hija, que acaba de cumplir siete años, se haya embarcado en esta maravillosa nave de los libros y la literatura. Sea con Tea Stilton o Kika superbruja, el placer de ver a mi hija sentada en la hamaca del jardín leyendo un libro no tiene precio. Y eso en plena era digital, en el que las tablet y los libros electrónicos han copado las preferencias de nuestros más pequeños y es difícil inculcarles el hábito de abrir un libro que no sea el del colegio. No quiere decir esto que mi hija haya renunciado a ordenadores y demás familia, pero, de momento, hemos logrado un equilibrio entre el mundo digital y el del papel. Sería más fácil, lo sé, entretenerla en el coche con una película, la Nintendo o un juego en la tablet, pero no debemos dejar de intentar que estos aparatos convivan en la mochila de nuestros hijos con libros de literatura. El reto es difícil, lo sé, pero también emocionante, como lo es iniciar a tu hija en el bello mundo de los libros.