Decía Churchill que el mejor argumento contra la democracia es una conversación de cinco minutos con el votante medio. Como el lector, por el hecho de serlo, ya no es votante medio, no se dará por aludido y perdonará la broma de sir Winston.

Pero es que el CIS lo está diciendo a gritos, como el niño del cuento la desnudez del emperador. La dispersión del voto de quienes dieron la mayoría absoluta al Partido Popular en 2011 abocará a España a cualquiera de los inciertos escenarios de pactos posibles, por lo que carece de sentido discutir ya sobre programas electorales. Probablemente por eso, hasta ayer, ni Pedro Sánchez, ni Pablo Iglesias, ni, menos aún, Albert Rivera, querían que se les preguntara sobre pactos post-electorales y se acusaban mutuamente de haber pactado, querer pactar o terminar pactando con este o con aquel. Dicen que ´salen a ganar´, que ´van a por la medalla de oro´, etc. Pero saben, y Pedro Sánchez ha sido el primero en reconocerlo, que no están en condiciones de obtener la mayoría absoluta y que esto les deslegitima de salida, porque significa que sus programas electorales, con todas sus ´nuevas´ medidas, tan ´atractivas´, tan socialmente ´justas´,, tan económicamente ´viables´, tan avaladas por estos o aquellos ´sabios´, serán papel mojado el mismo 21D y, por tanto, nada valen ya en el mercado electoral. Los candidatos van políticamente desnudos y lo saben. Acaso por eso intentan vender, como hizo premonitoriamente Rivera, su propia desnudez política, es decir, sus cualidades telegénicas, su ´cercanía´, simpatía y juventud, el amor a su señora o a su hija, su voluntad regeneradora y de diálogo, el pasado ´glorioso´ de su partido y cualquier otra cosa que agrade al ´votante medio´ y pueda arañar un voto, cualquier cosa... excepto su programa electoral: porque saben que éste desaparecerá el 21D y que el programa del gobierno de España se tendrá que ir negociando, rectificando, improvisando sobre la marcha.

Pero si el ´votante medio´ no desmiente al CIS y el PP pierde la mayoría absoluta, la marcha sobre la que se gobernará no será la marcha del país, suficientemente incierta ya de por sí, sino la marcha de los intereses electorales, de las luchas internas, de las ambiciones personales y de los delirios de los líderes de grupos minoritarios en cuyas manos el ´votante medio´ parece incomprensiblemente dispuesto a dejar el poder de decisión sobre los asuntos cruciales de España. Estaremos, entonces, ante una aventura política extraordinariamente incierta. Está sucediendo en Cataluña, donde la aventura política independentista de Mas ha dado carta de naturaleza al delirio anticapitalista de las CUP, tan parecido al de Podemos.

Está sucediendo en Cartagena donde el PSOE apoya al cantonalista aventurero que obtuvo sólo el 16% de los votos y nos avergüenza ante toda España ´chuleándose´ en el pleno del Ayuntamiento. Está sucediendo en la Asamblea, donde el tránsfuga de UPyD y actual líder de Ciudadanos, la cuarta fuerza política, con un ridículo 12% de los votos, bloquea la acción de gobierno de quienes, con el 38%, quedaron a un solo escaño de la mayoría absoluta. Está sucediendo allí donde Ciudadanos, PSOE o Podemos impiden o dificultan que gobierne el PP, o donde sus propios desacuerdos llevan a sus comunidades al desgobierno. Y sucederá en el Gobierno de la nación, si el PP no revalida la mayoría absoluta que el ´votante medio´ le dio en 2011 para que sacara a España de la pesadilla del zapaterismo.

Confiemos en que ese mismo ´votante medio´ no dude ahora de aquella resolución, salga de su indecisión y nos evite la inestabilidad de un gobierno dirigido por inexpertos líderes aventureros de fuerzas políticas heterogéneas, incompatibles entre sí, que sólo podrán gobernar improvisando, generando contradicciones y desconcertando a sus votantes, a los inversores y a nuestros socios internacionales.

Para ilustrar su máxima de que, en medio de la incertidumbre, es necesario ser firmes y resueltos en las acciones y no andar cambiando continuamente de opiniones, el filósofo Descartes utilizaba la imagen del viajero que se ve ´extraviado en algún bosque´. En vez de quedarse quieto en un lugar o dar vueltas en una dirección y en otra, «debe caminar siempre lo más derecho que pueda, hacia un sitio fijo, sin cambiar de dirección por leves razones». De este modo, acabará tarde o temprano por salir del bosque. Análoga imagen debemos aplicar a la situación de España: en 2011 iniciamos un camino para salir de la crisis. Desde luego, había otros y es imposible saber si alguno de ellos era mejor, pero aquél fue el que elegimos once millones de españoles. Ahora es absurdo cambiar de dirección y encaminarnos otra vez hacia la situación que dejamos atrás. Es absurdo hacerlo, además, por ´leves razones´, pues las razones que están llevando al ´votante medio´ a preferir las hojas de ruta de Ciudadanos o Podemos sobre las que entonces presentaban UPyD e IU no van más allá de la telegenia de sus candidatos.

Pero, sobre todo, es absurdo cambiar de dirección guiados por líderes cuyas hojas de ruta son completamente distintas y conducen en direcciones opuestas.

¿Cuántas vueltas, cuántas idas y venidas, tendremos que soportar durante cuatro años? ¿Cuántas veces nos veremos parados en un lugar, discutiendo hacia dónde debemos caminar? ¿Esperarán el paro y los problemas económicos, el secesionismo catalán y la amenaza yihadista, a que los nuevos aventureros políticos del PSOE, Podemos y Ciudadanos se pongan de acuerdo para dar luz verde a una decisión?

¿A qué absurda y peligrosa aventura política nos encamina el ´votante medio´?