La noche antes de acudir a la consulta para que me dieran los datos del análisis, dormí inquieto. Fantasmas, horribles pajarracos, estremecedores aullidos acompañaron mis sueños. Como si fuese a presentarme ante un juez a escuchar el veredicto de un juicio, ese día me puse camisa y engominado el pelo. Los tres cuartos de hora de retraso sentado en la sala de espera lograron acrecentar mi angustia. Ya en la consulta, cuando mi doctora se puso las gafas y abrió el sobre... cerré los ojos como el que espera que le caiga la guillotina. «¡Esto está perfecto!» dijo, logrando que se iluminara mi mirada. «¡Ni colesterol, ni ácido úrico, ni diabetes€ esta es la analítica de un colegial ¡Enhorabuena!». Antes de que se desbordara mi entusiasmo, no muy seguro de lo que había escuchado, le pedí que comprobara una vez más que el análisis era el mío y no el de otro paciente. Así que, según aconseja la OMS „una organización que goza de mi confianza para algunas cosas„, las personas ´sanas´ deben repetir las analíticas cada cuatro años...; así que me quedan dos años para que me dejen en paz; dos años para beber cerveza y comer cerdo en todas sus variantes y sin remordimientos. Como decimos en Murcia ¡a pajera abierta!