Los colegios fanático-religiosos en los que se organizan las clases por separación de sexos, sean de la confesión que fueren, siempre me han dado muchísimo repelús. No tiene sentido ni argumento que lo defienda el enrarecer las relaciones humanas por la única razón de que una persona tenga vagina y la otra pene. Por desgracia, en más países de los que me gustaría (lo ideal fuera ninguno) el carecer de ese más o menos extenso apéndice sexual incapacita para hacer cosas tan elementales como pensar y decidir por una misma. Bueno, te incapacitan, porque la capacidad está ahí, intacta, ya que no entiende de sexos, ni ideologías ni de ninguna de las costumbres castrantes que, en abundancia, nos hemos inventado los humanos.

Y de nada vale que sacrifiquemos nuestro cuerpo y nuestra vida en aras de la repoblación, todo lo contrario, las mujeres con hijos, por lo general, somos unas apestadas mientras nuestros hijos dependan de nosotras: ya no somos productivas, nos convertimos en un problema para la empresa e incluso los compañeros de trabajo nos miran mal por querer dedicarle más tiempo a la educación y buen desarrollo de nuestros retoños con una importante reducción salarial. Pero éste es otro tema.

Volviendo a ese comportamiento antinatural por empeñarse en mantener en la más absoluta oscuridad la belleza e inteligencia femeninas, me topo hoy con otro ejemplo de lo absurdo que es dividir el mundo según el género en lugar de hacerlo entre válidos e ineptos, con lo que nos iría mucho mejor.

En Arabia Saudí, según leo, están a punto de celebrar elecciones municipales. Siendo una de las teocracias más adineradas del planeta, adolecen de la riqueza en derechos que le suponemos a los países económicamente desarrollados (ya se sabe que medimos erróneamente el progreso con la vara monetaria), precisamente por mezclar papas con azucarillos. Presentado como uno de los avances más espectaculares de su historia, en estas municipales donde sólo el 60% de los concejales serán elegidos en las urnas (el resto a dedo), han permitido a las mujeres presentarse como candidatas. Sin embargo, será harto difícil que acaben siendo elegidas para representar a un pueblo radicalmente machista, pues no pueden enseñar su rostro ni en carteles ni fuera de la cocina; no pueden organizar un mitin con hombres como público, sólo para ese 6% del electorado con vagina. Vamos, que si sale elegida una de las candidatas será de puro milagro. Cualquier avance en la apertura de derechos de los países mentalmente 'neandertalizados' es una alegría, claro, pero la velocidad de crucero con la que se produce me deja un regusto amargo en el corazón, sobre todo cuando se plantea como pura fachada, como es el caso.