Dice Francisco Nieva que Carlos Bousoño «era un crítico estupendo además de muy cariñoso y buena persona»; luego añade loas más dignas. Un crítico de raza, será mordaz, audaz, punzante, valiente... jamás estupendo; y cuando se trata de un artista, otra cosa fuera una canonización, calificarlo de buena persona lo degrada, es un demérito por no decir una contradicción; el artista persigue la belleza no la bondad; según la Pardo Bazán en La quimera, en el capítulo de Madrid, en referencia al amoral pintor Solano (quizá trasunto de Sorolla), «si uno es artista ante todo, puede tener muy buenos instintos, pero nunca verdadera regla ética para la vida»; hablamos de genios creativos o hablamos de tipos cariñosos y buenas personas. El artista ante un tribunal es culpable, es un loco escéptico, destructivo, rival del mundo.