Hoy hace dos años que nos dejó un cronista inolvidable como fue José Monerri, a quien dediqué pocos días después de su fallecimiento una de mis historias elogiando su inmensa labor como escritor y periodista. Por eso hoy ha sido el día elegido para recordar a otro gran cartagenero que ejerció también las funciones de cronista oficial de la ciudad. Isidoro Valverde Álvarez nació en Cartagena el 12 de febrero de 1929, se formó en el colegio del Patronato y se licenció en Derecho por la Universidad de Murcia en 1952, donde alcanzó el premio extraordinario de la licenciatura. Su vida va a estar ligada a la Marina al ingresar en el Cuerpo Jurídico de la Armada donde llegó a ser coronel auditor hasta su pase a la reserva. Siempre con ganas de ampliar sus conocimientos, en 1971 logró el graduado en Periodismo por la Escuela Oficial de Madrid, y en 1975 obtuvo la diplomatura en Orientación Familiar por la Universidad de Navarra.

Se da la circunstancia de que Isidoro Valverde ocupó el cargo de cronista oficial en dos etapas diferentes. Primeramente fue nombrado en 1978, pero al ser destinado a Madrid dos años más tarde tuvo que renunciar al ejercicio del mismo. La segunda ocasión, tras haber estado muchos años vacante esta figura honorífica municipal, le vino en 1991 y lo desempeñó hasta su fallecimiento el 28 de Marzo de 1995. Fueron muchos los cartageneros que aprendieron a querer y a conocer su ciudad leyendo los libros que con tanto cariño escribió Isidoro Valverde.

Títulos como Cali o Marra, Cartagena Abonico, Las desventuras del Efesé y alguna que otra ventura o Cartagena Entrañable, por citar algunos, forman parte de la bibliografía cartagenera de inexcusable lectura. Tampoco se pueden olvidar las magníficas charlas y conferencias que impartió sobre el habla de nuestra tierra, editadas originalmente en cinta de casette, y cuya escucha todavía hoy sigue haciéndonos esbozar una sonrisa. Conversaciones como esa vecina que le decía a otra «Rosi vente pan ca la tita que en cuanti que llegue te vas a enterar», o expresiones como «no comerse un torrao» formaban parte del repertorio con que ilustraba Valverde la realidad cartagenera a la hora de hablar.

Por todos los méritos contraídos fue nombrado a título póstumo Hijo Predilecto de la ciudad y se le dio su nombre a la plaza surgida del derribo del muro de la antigua Casa de Misericordia, actual Rectorado de la UPCT.

Para terminar citaré un extracto del discurso que pronunció en 1991 en el acto de toma de posesión como cronista oficial, en el que entiendo resumía los tres periodos más importantes en la historia de nuestra ciudad: «Si queremos conservar nuestra memoria histórica habremos de prestar atención a la arqueología, para salvar todo lo racionalmente recuperable, a las edificaciones militares del Siglo XVIII y desde luego a la arquitectura modernista, excepcionalmente rica, que Cartagena debe al auge de la minería".