Cuando aparecieron las redes sociales de Internet, solo les vi utilidad para dos cosas: cotillear la vida de la gente y meterme con el Barça, entidad que me produce un rechazo irracional, pues hay que admitir que esto del fútbol se les da muy bien, al menos en el siglo XXI. Con el tiempo he comprendido la importancia de estos nuevos canales, sobre todo en la vertiente informativa, como se vio en los recientes atentados de París. Con Twitter estuve al tanto de lo que pasaba al minuto, y casi me dio igual el papelón que hicieron esa noche las televisiones generalistas. Ahora las redes me producen también algo de pavor. Más tras lo que le ha pasado al chaval este de Juventudes Socialistas al que tachan de racista porque tuiteó un chiste de gitanos, que encima no era de su cosecha. Dicen los expertos que en Internet debemos comportarnos como lo haríamos en la calle. No sé ustedes, pero yo me he reído con chistes de gitanos, de leperos, de vascos, de andaluces, de murcianos... Y si hay algo que me considero en esta vida es tolerante, pues respeto todo y a todos. La Santa Inquisición desapareció en el siglo XIX, pero ahora llega la Ciberinquisición. Qué Dios nos pille confesaos.