Desde muchas instancias se llama a la sensatez, a la moderación, a la centralidad, a evitar los populismos, la demagogia y la utopía y sin darnos cuenta de que nos hemos convertido en millones de personas sensatas, que cuando aparece alguien que pueda contribuir a la humanidad a crecer y construir un horizonte de liberación, de universalidad, de globalizar la libertad, la justicia y la paz, decimos enseguida, desde nuestra sensatez, que eso no es posible, que es una pérdida de tiempo, que ese mundo no puede existir, y además calificamos a esas personas como radicales (escribí un artículo sobre ser radical), extremistas. Desde nuestra sensatez nos da más confianza alguien que nos recorta y nos promete que eso recortes son para nuestro bien y nos lo creemos, porque somos muy sensatos; en cambio, cuando alguien defiende otra humanidad desconfiamos y la neutralizamos diciendo que también buscan el poder y el dinero y el éxito social, que no es posible que haya gente buena, con valores y principios éticos.

Tanta sensatez ¿a qué mundo nos ha llevado? Pues a un mundo en que el deterioro medioambiental ha afectado a un planeta que se encuentra amenazado seriamente y esperemos que no sean irreversibles las consecuencias del cambio climático; a un planeta donde el 85% de la población se encuentra en la pobreza en diversos grados, donde existen muchos países sin libertad, donde la violencia y la guerra son frecuentes y permanentes, y si vemos nuestro entorno en Europa, observamos y sufrimos cómo a los ciudadanos nos han recortado nuestros derechos de tal manera que han cercenado nuestra dignidad y nos han obligado a pagar la deuda contraída entre sí por los banqueros y los grandes financieros con la sanidad, la educación y las políticas sociales. ¿Hay alguien que esté contento con este mundo? Muy pocos, sólo ese 1% que quiere acaparar casi todas las riquezas. Si este mundo realmente fuera sensato no ocurriría esto. Sería una humanidad donde el ser humano sería respetado desde los Derechos Humanos y la naturaleza protegida para que nos siga dando sus frutos.

Nos han hecho hacer creer que lo sensato es que haya pobreza y miseria, guerras y violencia, destrucción, manipulación mediática, que la gente no tenga un presente digno y un futuro que pueda encarar con ilusión y esperanza, que haya una minoría que controle el mundo y lo convierta en mercancía, negocio y ganancias. Los millones de sensatos aceptan todo esto como expresión de sensatez, aunque si nos paramos un día a pensar y reflexionar nos daríamos cuenta del disparate de mundo que hemos construido y todo ese sinsentido. Pero, claro, la estrategia es hacer que no pensemos, los cambios sociales empiezan cuando nos preguntamos el porqué de las cosas y si es posible que sean de otra manera. Los sensatos somos víctimas de esa sensatez, los aceptamos como un dogma que no admite otra posibilidad. Defendemos un sistema socioeconómico que nos oprime y explota. Difícil de entender esto, pero?

¿Quiénes son esos que han logrado que seamos sensatos, es decir, que veamos la violación de los Derechos Humanos y la destrucción del planeta como algo sensato, descalificando a los que promueven otro mundo posible, necesario e imprescindible para la vida y que la vida tenga vida?

No voy a repetir nombres, son esos que son poderosos económicamente, política y militarmente. Son los que controlan los principales medios de comunicación y el sistema financiero y bursátil. Son los que deciden cómo tenemos que vivir, si tenemos algún derecho que nos lo pueden retirar como ha pasado en España y en Europa, nos ponen un valor, en función de nuestra competitividad y productividad, dejamos de tener valor cuando ya nos somos productivos y competitivos, son los que hablan de justicia, de libertad y solidaridad y en cambio son los que provocan las injusticia, lo que ponen grilletes a la libertad y reducen la solidaridad al limosneo. Son los que provocan, promueven y justifican las guerras en nombre de la paz y la seguridad, cuando lo que están defendiendo es el petróleo y otras materias primas y el control de zonas geoestratégicas de gran valor comercial y militar.

Por todo esto, frente a los sensatos que crean y defienden una economía que mata y destruye la naturaleza, están los insensatos que dicen que la persona es lo primero y que la economía debe estar al servicio de la gente. Frente a los sensatos que crean pobreza, provocan la injusticia social, están los insensatos que creen en el compartir y redistribuir la riqueza. Frente a los sensatos que crean un trabajo precario y sin derechos, están los insensatos que defienden el trabajo digno, el trabajo que sirve como realización personal y contribución a mejorar el mundo. Frente a los sensatos para quienes la violencia es un negocio y utilizan a las víctimas inocentes para provocar más víctimas inocentes sin ningún remordimiento, están los insensatos que defienden la paz como fruto de la justicia, la convivencia, el diálogo y la tolerancia política, religiosa? Frente a los sensatos que defiende la indiferencia, la falta de valores, están los insensatos que cultivan la sensibilidad y la conciencia. Frente a los sensatos que fomentan un comportamiento egoísta y cruel, están los insensatos que fomentan un comportamiento de servicio, de entrega, de generosidad y altruismo. Frente a los sensatos que entienden el poder político como un privilegio, como dominio y control y complicidad con los poderosos, están los insensatos que entienden la política como una defensa de la ciudadanía frente a los abusos de los poderosos. Frente a los sensatos que defienden la mentira, la manipulación y el miedo, están los insensatos que defiende la transparencia, la honestidad y la coherencia. Frente a los sensatos que no hacen nada y se quejan de lo mal que va todo, están los insensatos que quieren poner su grano de arena para que la gente pueda vivir sin más.

Según este mundo, la gente buena, honesta, con sensibilidad y conciencia, con cariño, respeto, que quiere pasar haciendo el bien por la vida forman parte de ese colectivo de los insensatos, de los idealistas, de los utópicos y están en desventaja con esos que se proclaman sensatos, equilibrados centrados, moderados que venden armas, que destruyen países y derechos sociales y laborales, que ven los Derechos Humanos como una amenaza para sus intereses, que se aprovechan de la muerte de inocentes para que suban sus acciones de Bolsa en la industria de armas. ¡Cuánto negocio están haciendo con las víctimas de Paris! ¡Dios mío, qué mundo!

Necesitamos personas insensatas, poetas, profetas, luchadores, activistas sociales, cantautores, políticos, cineastas, periodistas? que sean locos, que no se rijan por la sensatez, que se dejen llevar por la pasión por la vida, que vuelan buscando ese horizonte de libertad y esperanza. Yo quiero ser un insensato, un loco, un radical, un extremista por el bienestar de cada persona, sin excepción. Tú que lees esto ¿eres un persona sensata o insensata? Hay que elegir. Por último, un ruego: ciudadanos sensatos, dejad de serlo, por favor, si queremos que este mundo tenga futuro.