Si nosotros hubiéramos de describir el bonete de aquel tacaño de El Buscón conocido como el dómine Cabra, «ratonado de mil gateras y guarniciones de grasa€ con los fondos de caspa», despacharíamos el trámite afirmando categóricamente que estaba perdío de rasineros de grasa. Porque por aquí un rasinero es una mancha o acumulación de grasa que impregna la ropa, el cuerpo, las paredes o los suelos, que puede ser una mancha reciente, pero que más bien resulta el fruto de una suciedad acumulada y pertinaz, que se adhiere y se entrapiza en una superficie como una capa de resina difícil de limpiar. Son los resineros que, como un festón de polvo, sudor y otras sustancias adquiridas con el roce, orlan los cuellos y puños de las camisas; son los rasineros que quedan en los bordes de sartenes y cacerolas que se friegan poco; son los rasineros que encontramos en las paredes, suelos y puertas producidos por el roce de materias y personas nada limpias; son los rasineros que persisten en las comisuras de la boca, la barbilla o los mofletes del glotón que come mucho y se limpia poco.