Quienes, aun siendo españoles, nos sabemos la Marsellesa porque la aprendimos de pequeños en la ´escuela de la República´ (que es así como llaman los franceses a su escuela pública) no podemos dejar de emocionarnos estos días cuando, tras los sangrientos atentados de París, la oímos resonar en plazas y calles de todo el mundo. De Dublín a Nueva York, pasando por Sidney, este himno compuesto en 1792 para combatir a los tiranos se ha convertido en el grito de libertad contra la barbarie yihadista.

No es habitual que el himno de un país sea cantado por ciudadanos de otros países. Tampoco lo es que en todos los campos de fútbol de la Premier Ligue los aficionados de uno y otro equipo se pongan de acuerdo para cantar en un idioma que no es el suyo un himno que tampoco es el suyo. Que miles de ingleses lo hayan hecho el pasado fin de semana pone de manifiesto la fuerza que puede albergar una canción. Y es que este canto revolucionario sobrepasa la dimensión territorial para hacer del anhelo de libertad una causa universal.

A diferencia del nuestro, el himno francés tiene letra, y qué letra. Una letra que llama a coger las armas para defenderse de los ataques exteriores. Con una violencia que molesta a muchos franceses, incluida la actual ministra de Justicia. Para quienes consideran a Francia tierra de paz y de los derechos humanos es éste un texto de otra época, inapropiado, anacrónico en el contexto actual.

De ahí que haya habido muchos intentos de reescribirlo. Lamartine o Victor Hugo fueron algunos de los que lo propusieron. Más recientemente, Yannick Noah, cantante y extenista, y uno de los personajes preferido por los franceses, ha propuesto que se cambie Aux armes, citoyens! por Aux rêves, citoyens! Esto es, que se cambien las armas por los sueños. En cuanto a la expresión ´sangre impura´, ha sido objeto de tantas interpretaciones (la del enemigo para unos, y la propia, la del pueblo pobre y de los campesinos frente a la pura/azul de la nobleza, para otros), que no sabríamos con cuál quedarnos.

Ningún Gobierno, sin embargo, se ha atrevido a hacer la más mínima modificación. Los que no quieren que se toque ni una coma argumentan que la historia es cruel, que está hecha de violencia, de guerra y de sangre. Que el presente se explica por el pasado. Y puede que no les falte razón. Los sangrientos atentados de París están aquí para recordárnoslo.

Esas controversias nos las ahorramos en nuestro país, al no tener letra nuestro himno (aunque no la mayor, que es su asimilación al franquismo, que lo hizo suyo). Pero no sé por qué me da que un himno sin letra es lo más parecido a una música ambiente para sala de espera de dentista. Y que la Marsellesa sin su letra que llama a los ciudadanos a combatir la tiranía no sería lo mismo si solo fuera música.

Además, esta melodía conocida en todo el mundo, excede su condición de himno. Va mucho más allá. Por ejemplo, los primeros compases del All you need is love, de los Beatles, proceden de ella. Y el iconoclasta Serge Gainsbourg hizo una versión reggae que levantó muchas ampollas. También está ahí para la historia del cine, su interpretación en el Rick´s Café, en la mítica película Casablanca.

Hemos visto estos días vibrar a las multitudes en plazas, calles, campos de fútbol, auditorios entonando este antiguo canto revolucionario. Para un país y un mundo en estado de psicosis ha supuesto un grito de liberación, una catarsis. Prescindiendo de una interpretación literal de su letra, lo que sí hace este himno es convocarnos a la movilización, a la defensa de la libertad. A no permanecer indiferentes ante el desafío yihadista. Pese a contar con más de doscientos años de existencia, un nuevo himno ha nacido.