En 1998, José González Marcos, Pepe Marcos, en la Galería Thais de Lorca, regentada por los padres de su mujer, Lola Arcas, tituló una exposición Postura, figura y paisaje humano. Ha hecho bien ahora Lola, comisaria de la exposición antológica de la obra de Pepe Marcos en el Museo de Bellas Artes de Murcia (MUBAM), de titularla Paisaje Humano, con un catálogo, al cuidado de Ángel Saura, definitivo de su obra.

Me llamó la atención la colección de desnudos que, en los setenta, aquella década tan fértil del arte en Murcia, el escultor había realizado en distintos soportes. La verdad es que el desnudo femenino ha sido, desde siempre, motivo de trabajo para las manos de los escultores murcianos, incluido, cómo no, el maestro de maestros, José Planes. Pero estos desnudos de Pepe Marcos asombran por su voluptuosidad, por su movimiento sensual, de modo que las piezas son verdaderos motivos eróticos, como la Venus de los Nudos, muy propia de la figura femenina en Marcos. Se trata de nudos, lazos de hermosa carne liada, carne de su carne sostenida, nudos del desnudo capaz del ser que empieza ya a vivirle. Vive ya, y a nadie se parece. Pero se convierte y desvanece entre los enlazados movimientos calientes de sus hermosas curvaturas. Es nueva vida desatada. Noche secreta, hueso y sexo desbordado. Así, una curva nos lleva al infinito; y la otra, a la misma curva que se hizo origen de aquel dios, Eros, antes de ser la Venus de los Nudos.

Y cuando el artista ha creado su habitada destreza y llave de un nudo desbocado, sorprenden muslos y espasmo, cintura y dulce niña que lo era convertida ahora en erupción sensitiva, sentida, atada. Mujer que pide a gritos ser ya amada. Movimiento locuaz, sello de umbría. No dejaba el artista de mirar su obra y era en sus manos el barro donde la delgadez se hizo para gloria del hombre. ¿O era el hombre quien se hizo cambiando de sexo con la forma? Pero era más que todo lo que vemos: el vilo de una mujer en llamas en su rincón del mundo donde desemboca el río del amor que es por donde nace el hombre. Todo es del artista que maneja su oficio, ya fuera de sí el paisanaje y el ajuste provinciano porque se trata al fin de una obra universal, se puso un día a dibujar con la fuerza telúrica de un viento de invierno caudaloso. Y dibujaba el verano entre senos alisados, buscando limonada entre los más pequeños. La piel se sujeta en los huesos, todo volumen de una desnudez abarrotada se hace combustible que arde y se gobierna en la mañana, dejando el bronce en su seguridad de bronce. Tú hiciste los nudos que ahora vemos, y que no son sino mujeres desnudas esperando tu dibujo erótico, tus manos abrigando una delgadez infinita en el mismísimo sellar de la pequeña madera que haces tuya. Por eso, artista y obra son de Pepe Marcos, de su sueño. Porque se trata de un seguimiento erótico completo donde el torero entra ya a su plaza totalmente desnudo. Se olfatean, se besan, se entregan y se invaden.

Me gustó encontrarme con los lorquinos que acompañaban a Lola Arcas en la exposición. Sus padres, o aquellos amigos del arte como Mouliá, Andrés Pacheco, o el flamencólogo Pepe Gelardo, que conocen a los artistas que lo son, en su grito o en su silencio, y aman a una Murcia eterna en su cultura, también como los que son artistas y por allí andaban (Juan Bautista Sanz, Cacho, Manolo Barnuevo, Esteban Campuzano, Pepe Planes, Pepe Hernández Cano (para nosotros, Pepe el Largo, que anda malito el hombre). En un momento, las salas del Museo se quedaron pequeñas, y la gente se agolpaba a las figuras, ante aquellas piezas que con empeño y deslumbramiento dejaban al desnudo el trabajo de la vida y la obra de Pepe Marcos. Y nos dejaba también el rastro de un mundo lleno de figuras de mujeres, que son la misma mujer, posiblemente.

Y yo le dije por si me oía, que nunca eso se sabe, a aquel Pepe Marcos, el de la foto en una de las salas, el del casi un centenar de obras: por eso nos dejaste en el ruedo de tu mundo tanta mujer y tanto volumen de cintura quebrada. Para que nos inquietáramos y conviniéramos que el barro es de la luz, hasta que la noche oscura del cuerpo habla en el paisaje humano, en su impostura, todo tan colosalmente pensado para otro tiempo, al de tu tiempo tan frutalmente vivido. Todo así es mujer, así, en el sello de tu obra de vida: Venus de los Nudos, mucho más exaltada que Samaniego alguna vez nos la deseara. Ahora se nos une tu manera de ser, en puro hueso y nudo, en el arte de la escayola, la piedra o el relieve, del mármol, del barro, del metal fundido, para dejar memoria de una sola y deseada mujer.

Y Lola Arcas estaba tan feliz de ver que aquel José González Marcos, Pepe Marcos, brillaba en todo su esplendor en el MUBAM para mayor gloria del artista y el honor de Murcia. Y, aunque vine algo aturdido de tanta gente, y por mi edad, estaba contento, muy contento. Felicidades Pepe Marcos y Lola. Misión cumplida.