Quizás fue un rumor, leyenda de corte, o solamente un bulo de algún murciano ilustre de esas calendas, demasiado ´orgulloso´ de su tierra. Pero este rumor apareció en el programa de TVE-Centro Territorial de Murcia, titulado Murcia, claves del pasado. Siglo XVIII, el Siglo de Oro de Murcia, dirigido por Francisco Chacón.

La fachada de la Catedral de Murcia se debió a un plano o dibujo que Luis XIV, abuelo de Felipe V de España, tenía en su palacio de Versalles, debido a Mansart. Parece ser que a la muerte de su esposa, María Teresa de Austria, que tenía entierro como todos los reyes franceses en la basílica gótica de Saint Denís, al norte de París, el ´rey Sol´ no encontraba del todo grandioso y solemne el templo bañado en la penumbra y panteón de los borbones. Algunos aristócratas de la corte versallesca y del París del Edicto de Nantes (1680) sabían de un dibujo bellísimo realizado por un arquitecto italiano, discípulo del gran G. L. Bernini. El monarca, hijo de Ana de Austria, deseaba realizarlo muy cerca de donde hoy está, La Ópera, y no lejos de la iglesia de La Trinidad, relacionada con los caballeros Templarios. Sin embargo, la guerra de los siete años y la de la Liga de Ausburgo habían dejado las finanzas reales bajo 0 y se olvidó el proyecto entre cientos de documentos. Pasando el tiempo, y tras la Guerra de Sucesión española (1702-14), Felipe V gobernaba en España cuando a sus manos llegó el hermoso dibujo- casi secreto, del que hizo partícipe a su gran defensor, el murciano obispo Belluga, que no dudó en mantenerlo ´bajo siete llaves´ para, en el momento adecuado, ser la base de lo que hoy maravilla al mundo del arte barroco. Era nuestra fachada mayor de la Catedral de Murcia, que llevó a cabo Jaime Bort y sus discípulos de 1737-1759, en homenaje a las Glorias de la Diócesis de Cartagena.

Conociendo la inteligencia y sagacidad del cardenal Belluga, su amor por la Catedral de Santa María, no me extraña que pasara este rumor cortesano. Sus primeros planos los tuvo el prelado en la mano, dado el estado ruinoso de la fachada renacentista del siglo XVI, vinculada al obispo portugués y jesuita Diego de Almeyda.

En 1724, don Luis marcha a la ´ciudad eterna´ de Roma para instalarse en el Vaticano como príncipe de la Iglesia, pero nunca olvidará su diócesis y su Reino de Murcia, del que fue nombrado virrey, junto al de Valencia, por un agradecido Felipe V de Anjou. La fachada siempre tuvo el apoyo real y de eso han escrito largo y tendido Cristóbal Belda, Elías Albaladejo, Antonio Botías, etc.

Tras llegar a Bort el misterioso dibujo italianizante, con anterior cimentación de Ferignán, le dio su toque majestuoso y sustituyó las glorias francesas por las de nuestra diócesis apostólica de Cartagena. Así, San Luis rey, Sant Denís, Santa Juana de Arco y San Martín de Tours fueron sustituidas por las glorias de ´Cartagena en Hispania´: San Basilio, los cuatro santos cartageneros, San Fernando III, San Ginés y el irlandés San Patricio, nuestro patrón.

La culminación del Panteón de París eran las tres flores de lis y la cruz de Lorena, y se cambiaron por el jarrón de azucenas diocesano (Santa María de Gracia y sin pecado original) y encima Santiago Apóstol, arrodillado clavando una gran cruz.

Este rumor no es lo único que nos une a París, ya que en 1879, con motivo de la Riada de Santa Teresa, fue el corazón que bombeaba sangre con su generosidad y caridad a las Vegas de Murcia y del Guadalentín, totalmente inundadas y destrozadas y con más de mil muertos.

La Ópera de París y el Hipódromo reunieron a grandes personalidades para solidarizarse con Murcia y la Vega Baja: Víctor Hugo, Balzac, Gustavo Doré e Isabel II, entre otras celebridades. París, Murcia no te olvida, y como Ninette, te ama y te admira.