París. Más de cien muertos. Los hechos están claros. La pregunta es: ¿cuáles han de ser las consecuencias? Y ahí mi pregunta que da título a este texto: ¿os habéis vuelto locos? Escucho al presidente francés afirmar que hay que reformar la Constitución para luchar mejor contra el terrorismo. Veo en un periódico español de tirada nacional que en los días posteriores a la matanza se realizaron en Francia decenas y decenas de registros policiales sin autorización judicial, así como multitud de redadas (sin apenas detenidos) en Bélgica. En las páginas de ese mismo rotativo me encuentro a sesudos columnistas diciendo que sí, que estamos en guerra y que para ganarla hay que tomar medidas (o sea, aceptar el recorte de derechos en forma de menos garantías judiciales en la actuación policial y mayor control „espionaje„ del Estado sobre nuestras vidas privadas). Por supuesto, tales reacciones proceden de gente sensata y moderada como el propio Hollande, que hasta hace dos días era considerado un flojo poco resolutivo, o como los citados columnistas, que son gente progresista. Ergo, repito la pregunta, ¿os habéis vuelto locos?

Porque que la extrema derecha (los Le Pen y compañía) pidan cerrar las fronteras, meter en campos a todos los musulmanes sospechosos y pinchar las comunicaciones hasta de los niños de teta no me impacta tanto. De un chiflado lo normal es esperar chifladuras. Todo correcto. El problema es que ahora a los que se les ha ido el perol es a los que se consideran a sí mismos moderados, liberales o, incluso y sin ánimo de burla, de izquierdas. ¿Vais en serio, mes amis? ¿De verdad me estáis diciendo que la mejor manera de luchar contra unos asesinos que quieren destruir nuestro modo de vida es, precisamente, destruyéndolo nosotros mismos? ¿Me queréis convencer que lo mejor que uno puede hacer para defender su libertad es dinamitar su libertad? Menos mal que somos los buenos. Porque los listos no somos.

Es que estamos en guerra, afirman. Magnífico. ¿De qué nacionalidad eran los malos de París? Casi todos franceses. Musulmanes franceses. Hijos de inmigrantes. Tercera generación. Ya. Entonces, ¿me está usted diciendo que tus ciudadanos te montan un carajal un viernes por la noche en tu capital y eso supone entrar en guerra? ¿Contra quién? ¿Contra ti mismo? Porque si los que se alzan en armas son tus propios ciudadanos, entonces, ¿qué estás? ¿En guerra civil?

Lo que ha pasado en París se llama terrorismo. Repitámoslo despacito y vocalizando: terrorismo. Guerra es lo que se le está haciendo al Estado Islámico bombardeándolo con cazas Rafale. Eso es guerra. Lo de París son varios de tus ciudadanos a los que se les va la chaveta y se lían a tiros. ETA era terrorismo. IRA era terrorismo. El anarquismo de finales del XIX y principios del XX era terrorismo. La ideología que haya detrás es irrelevante. El soldado en una guerra busca ganar. El terrorista intenta provocar que el pánico haga enloquecer a una sociedad a la que sabe que no puede conquistar. Pues bien, si recortamos nuestras (insisto en el posesivo: nuestras) libertades para luchar contra el terrorismo, eso es precisamente el tipo de locura que busca el terrorista. O sea, que tratando de vencerle lo que hacemos es darle la victoria.

Amigo, pero resulta que la has cagado. Que no has podido defender a tus ciudadanos de una amenaza que, por otra parte, siempre ha sucedido (ayer lo hacían en nombre de la dictadura del proletariado, hoy en nombre de Dios) y que tienes que hacer algo porque a, estas cabreado, y b, no puedes permitir que parezca que no dominas la situación. Así que a recortar derechos. De ponerte a pensar las causas últimas que hacen que un tipo que ha nacido en París vea sensato hacerse volar por los aires frente a un estadio de fútbol (¿alguien recuerda el estallido de rabia de las poblaciones marginales de los banlieu hace unos añitos?) ni hablemos. De razonar que tal vez en Latinoamérica se unen a una banda criminal y en Europa se dejan lavar el cerebro por un imán loco, pero que, en el fondo, los motivos de su desesperación son los mismos y que esos motivos tienen una solución que no pasa ni por recortar derechos, ni por tirar bombas, hablamos aún menos.

Claro, hay que hacer algo. Hay que hacerlo ya. La gente no entiende que el terrorismo es sencillamente inevitable. Que ha pasado siempre. Que siempre pasará. Y que si quieres evitar que un muchacho de veinte años se vaya a Siria y luego vuelva convertido en una bomba humana tal vez lo que debes hacer no es ni pinchar teléfonos, ni hacer registros sin autorización judicial, sino tal vez, sólo tal vez, poner en marcha políticas a largo plazo de lucha contra la marginalidad, de cohesión social, o de educación (pon al imán loco en la frontera). Pero claro, eso es caro. Es a largo plazo. No es efectista. Y el pueblo quiere espectáculo. Soluciones ya. Gente cantando la Marsellesa.

El pueblo. ¿Qué hizo el pueblo ante los atentados? Poner la tricolor sobre su foto en Facebook. Subir a las redes sociales comentarios que iban del buenismo simplón (vi una viñeta que decía «libertad sin terrorismo»: toda una afirmación transgresora) al fascismo más o menos descarado (mezclar refugiados con terroristas es una nueva moda) y preguntarse escandalizados cómo hay tanta gente malvada, cómo puede pasar esto hoy en día y qué se puede hacer.

¡Lo que se puede hacer es luchar contra las desigualdades que crean estos monstruos, panda de imbéciles! No pasarte toda tu maldita vida mirando hacia otro lado y después sorprenderte de que haya gente muy, muy desesperada a la que un imán loco pueda convencer de que lo mejor es pegarte un bombazo. Pero no, primero pasamos de todo montados en nuestra hermosa superficialidad hedonista y después aplaudimos cuando nos dejan sin derechos en nombre de la libertad.

En verdad ellos serán los malos. Pero los tontos somos nosotros.