iro el apartado cumpleañero de un diario y ahí se halla Albert Rivera. Al menos por esa sección hará 365 días que no pasa, digo yo. Pero en otra cabecera cuenta que «en 2014 por estas fechas estuve celebrándolo en París». Es que es imposible, le da a todo. A la mañana siguiente voy en el coche y, como necesito desconectar de la bola que se nos ha hecho desde el viernes/noche, pongo Kiss efeeme y, antes de oir la voz de locutor alguno, escucho una... y es la suya; ¡Rivera en Kiss efeeme! Lo han enfrentado a un imitador de Rajoy y el megaciudadano se muestra guasón y todo. El conductor del espacio lo felicita por el cumple y el otro se despide es un decir, eso nunca con un «gracias, Frank».

Frank es Frank Blanco, que se pasa no sé cuántas horas por las mañanas en la frecuencia y, por las tardes, se cambia a La Sexta al frente de un club de gamberretes en el que, si no me equivoco, nació Pedroche. Con cuatro más como Albert y Frank copan la actividad que se genera en media España. La otra media va más lenta.

Por si le toca en el sorteo navideño, cuentan que Mariano está perfilando el que sería su Gobierno 2016 con un porrón de caras nuevas. Tanto que igual ni entra la suya. Sin perder de vista el ritmazo impuesto, a ver con qué elección nos sale el de Kiss. Musicalmente se decantó por Nunca el tiempo es perdido, de Manolo García y, aunque no creo que el compositor pensara ya en Albert cuando la compuso en 2001, con ese título cualquiera sabe. De querer la melodía para sí, a Pablo Iglesias se le ha complicado tararearla porque algún que otro fichaje sonado ha sido visto y no visto.

Siguiendo con el estribillo, hay quien recuerda que en 2008 Rivera sacó en España la mitad que en Cataluña dos años antes, o sea 46.313 votos teniendo de gurú a la asesora con la que se ha quedado Sánchez. Señores, va a estar crudo mantenerse en la onda.