El intento de ruptura con el Estado español, pronunciado y secuenciado por el grupo independentista catalán desde el Parlament, no tiene antecedentes en la Cataluña constitucionalista. La advertencia, por otra parte, del Gobierno del Estado español, con el visto bueno del rey, tampoco deja lugar a dudas sobre la defensa constitucional. Lo que se extraña es que ni Estado ni autonomía nacionalista estén en el marco de lo que se supone habría que hacer: establecer puentes de diálogo.

Tiene razón Rajoy cuando dice que hay que cumplir la Ley, pero la Ley también es susceptible de ser cambiada, aunque se trate de la ley de leyes, de la Constitución. Y tiene razón Mas cuando dice que ello es posible. Pero ni uno ni otro han encontrado un hueco para hablar, para llegar a acuerdos que no sean el paso a esta ruptura y la contestación constitucionalista tan inmediata como, de momento, proporcionada. Como decía mi madre: «El Señor nos pille confesados» y quienes tengan que asesorar a constitucionalistas lo hagan con cautela y prudencia, así como a los independentistas en las siguientes maniobras.

De todas las propuestas de futuro me quedaría con dos. Una es de Pedro Sánchez (PSOE) que impulsa desde ya una reforma constitucional pactada; la otra es de Pablo Iglesias (Podemos), consistente en realizar mejor antes que después un referéndum en Cataluña. Ambas propuestas son compatibles y deben estar en el diálogo de las fuerzas políticas sobre la actual ruptura pretendida y pretenciosa por los catalanistas independentistas y ya contestada por el constitucionalismo gobernante.

Lo más triste de este asunto es ver que ambas posiciones, aparentemente irreconciliables, no han llegado a un acuerdo o un pacto de posiciones. Unos por arriesgados y los otros por no dar la mano ni establecer un diálogo desde hace años. Lo cierto es que Cataluña está más dividida que nunca y, en estos momentos, hay una enorme dificultad de encuentro entre ambas posiciones. Y si la situación no se desatasca tendríamos un enorme muro de contención entre unos y otros que separará a ambas partes cada vez con mayor provocación y falta de entendimiento. Ese entendimiento nada tiene que ver con la pasión y defensa de la Ley si la Ley misma no es la más adecuada a los tiempos que corren después de las manifestaciones de rupturismo en el Estado.

Pero cuidado: una cosa es lo que aquí se dice y otra son los acontecimientos reales de la desembocadura de la declaración de independencia en aquella Cámara de representantes de Cataluña. Ahora mismo lo que se advierte es la permanente humillación sufrida por Mas, o por su mala cabeza, desde que esta aventura dio comienzo: en primer lugar el acoso hasta el abrazo integrista de ERC sobre Convergencia, después con el aislamiento y ruptura con Unió y la posterior integración de los independientes en la lista secesionista, así c0omo el nuevo asomo de candidatos de la CUP en ese proceso Mas ha quedado humillado. Es ahora un político sin buena salida del conflicto sobre el que sobrevuela ´aquel problema´ que ya apuntó hace años el socialista Maragall: «Ustedes tienen un problema: el 3%». Y ahí sigue, sin resolver, aunque no ha hecho sino tan sólo asomar como punta de un iceberg de corrupción gigantesca.

Y es precisamente la CUP la que tiene ahora más contra las cuerdas al president Mas con el nuevo plan de choque que ha anunciado necesario para un entendimiento y proceso constituyente: «Independencia, pobreza cero y basta de corrupción». Este último ingrediente, el de la corrupción, trata de poner orden en las cuentas y en ese 3% a que antes me refería. De una u otra forma, sea el acuerdo que sea entre ellos, los secesionistas, Mas pierde seguro esta batalla, si no la ha perdido ya.