Estamos bien. Asustados pero bien. Nos hemos enterado de la matanza cuando aguardábamos en la cola del Moulin Rouge para entrar al espectáculo. Hemos empezado a recibir mensajes preguntándonos cómo estábamos. Entonces hemos sido conscientes de todo el horror que se estaba produciendo a nuestro alrededor. Y hemos sentido miedo». Este fue el mensaje que un matrimonio amigo que estaba en París este fin de semana nos mandó a primera hora de la mañana de ayer, después de que horas antes les hubiéramos preguntado, con el corazón encogido, si estaban bien. Todavía conmovido por los hechos, intento reflexionar ante la barbarie. Pero no entiendo absolutamente nada. O tal vez lo entienda todo. He llorado ante la sucesión de dolorosas imágenes. Me he estremecido al pensar en las situaciones límites que han vivido decenas de víctimas poco antes de morir asesinadas de la forma más vil. He completado el relato de los hechos a partir de todos los datos que he escuchado y leído en estos dos días. Y el resultado de esta composición de lo que sucedió durante los minutos de angustia, imaginada pero cercana a la realidad, me golpea como un puñetazo sobre la conciencia. Dos asesinatos por minuto durante una hora. Escucho perfectamente los disparos, los gritos de locura de los asesinos, el clamor de desesperación de las víctimas. Y me repito que no se trata de una película. Ha sucedido en realidad al lado de mi casa. Otro 11-S. Otro 11-M. Miedo, dolor, odio, temor, terror, pavor, pánico, espanto, horror, alarma, susto, sobresalto, recelo, aprensión, desconfianza, turbación, desasosiego. Otro golpe terrorista perfectamente orquestado contra todos. El lugar es lo de menos. Todos estábamos en París. Todos hemos perdido con los seis atentados de París. Todos lloramos a los fallecidos en París.

Pero no podemos bajar la guardia ante esta monstruosidad. No podemos tener miedo, pese a que soy consciente de que es un primer sentimiento lógico. Pero debemos sacudir tal sensación para sobreponernos ante el dislate y la locura. Unidad es lo que ayer defendieron con mayor vehemencia la mayoría de nuestros gobernantes y políticos. Y estoy de acuerdo. No podemos dejar ni un resquicio abierto que demuestre debilidad. Una de las imágenes que más me emocionó de nuestros vecinos fue el cántico de la Marsellesa durante el ordenado desalojo del estadio de fútbol en el que Francia se enfrentaba a Alemania. Un himno que les une de forma natural. Un canto al que me sumo como un francés más.