A mi pueblo, Molina de Segura, se le conoce como el segundo Vaticano. Resulta rara la familia que no luce en su árbol genealógico uno o varios religiosos (envío saludos desde aquí a mi tía monja). El asunto viene al caso porque, ahora, cuarenta años después de la muerte de Franco, se ha decidido quitar el nombre de la calle al general Millán Astrain, prototipo de militar sanguinario, putero, borracho y golpista; y, como no podía ser menos, haciendo gala de nuestra fama de pueblo beato, se le ha sustituido por el nombre de calle Sagrado Corazón. Amén. Puestos a ser horteras, propongo que en lugar de una placa de metal, se coloque en la fachada que da inicio a la calle uno de esos cuadros que funcionan con pilas y que venden en las tiendas de chinos en los que a Cristo se le ilumina el corazón, parpadeando a ritmo de luces de discoteca.