Existe ya un amplio consenso en la identificación del momento actual como de cambio de paradigma de cultura pública. La crisis y la ferocidad con que las políticas de austeridad han castigado a la cultura sostenida con recursos públicos habrían precipitado la ruina definitiva de un modelo el practicado en nuestro país desde la recuperación de la democracia que, ya muy erosionado, ha terminado por agotarse definitivamente.

Este modelo se ha caracterizado por la fuerte intervención de las instituciones públicas en la vida cultural, a la que sostenía y tutelaba en buena parte. No solo las instituciones de la memoria bibliotecas, museos, archivos, patrimonio dependían del presupuesto público, sino que también alcanzaba a las artes vivas, esto es, las artes escénicas y música, a las artes visuales y otras muchas expresiones culturales contemporáneas. La caída acusada de los presupuestos culturales públicos y otras medidas como el incremento salvaje del IVA cultural (del 8% al 21%), o la práctica desaparición de las obras culturales de las cajas de ahorro, han arruinado buena parte de los proyectos culturales anteriores y han sumido en un grado extremo de precariedad a la mayoría de profesionales de la cultura.

Sobre el modelo que va a sustituir al que ha declinado algo vamos sabiendo. El Estado no va a desaparecer, naturalmente, pero verá modulada su presencia y su protagonismo en la vida cultural. De hecho la mayor parte de la cultura que se produce y que circula en nuestro país no depende ya del dinero público. La sociedad ha mostrado una gran vitalidad y, junto a la desaparición de muchas iniciativas, han ido surgiendo otras muchas ya sobre bases diferentes, mucho menos dependientes o por completo independientes de cualquier administración.

No será, sin embargo, el mecenazgo y el apoyo de las empresas a la cultura el que sustituya el papel que el Estado ya no puede cubrir. Aunque sin duda la financiación privada empresarial debe verse incrementada, habida cuenta de las bajísimas cifras de las que partimos, no va a haber por razones, entre otras, de cultura empresarial un cambio de eje de la financiación pública a la privada, aunque sí un mayor reequilibrio. Será una nueva concepción de la cultura como bien común, como derecho de todos gestionado por la propia gente, que poco a poco se va abriendo camino, la que determine las características de la nueva cultura.

Dentro del Estado es el nivel municipal el que va a tener mayor protagonismo en el cambio cultural de que hablamos. En España los Ayuntamientos son el primer agente cultural. Su gasto cultural dobla al de las Comunidades autónomas y multiplica muchas veces el del Gobierno central. Y por su accesibilidad y proximidad es el que está en mejores condiciones para influir en este cambio. De hecho, la llegada a algunos municipios de nuevos equipos de gobierno de las llamadas fuerzas emergentes o de nuevas mayorías progresistas está empezando a significar un impulso imparable a este cambio de modelo que se vislumbra ahora. El cambio cultural será, antes que nada, local.

Algunos rasgos de este nuevo modelo serán el alejamiento de la espectacularización, la apuesta por procesos antes que sucesos, una nueva institucionalidad menos burocratizada, la opción por los equipamientos pequeños y medianos, la descentralización y la relocalización (cultura de proximidad), el énfasis en la lucha contra las desigualdades culturales y el acento social de la acción cultural, el reconocimiento de la diversidad cultural como un valor, la preocupación por la sostenibilidad social y ambiental, el protagonismo y la implicación de la sociedad civil, el desarrollo de formas autogestionadas y cogestionadas de proyectos, la cooperación y el trabajo en red que tenga en cuenta los nuevos espacios relacionales que nos ha traído la cultura digital, una cultura que incluya a todos sin discriminación (de edad, género, grupo cultural o nacional, lengua, etc.), que busque la conformación de ciudadanía activa, una cultura mucho más interdisciplinar y complementaria (que opere desde la búsqueda de convergencias e interacciones con la educación, el urbanismo, las políticas sociales, el medio ambiente, etc.), que genere menos precariedad laboral, etc.

Como un ejemplo de contribución a este debate sobre el cambio de modelo de políticas culturales pero también como una apuesta mucho más concreta por el cambio local, el ayuntamiento de Cartagena ha organizado para los próximos 27 y 28 de noviembre unas Jornadas «Cartagena: cultura y municipio. Hacia una nueva estrategia cultural», que tienen como objetivo explícito «colocar la cultura en el corazón del trabajo del Ayuntamiento con el concurso de toda la sociedad, una iniciativa que busca la concertación y la colaboración, en una lógica de co-construcción entre la institución municipal y la ciudadanía de esta nueva política que ha de suponer una nueva orientación y un nuevo impulso estratégico a la cultura en Cartagena».

Estas jornadas están abiertas a la participación de todos creadores, asociaciones, empresas, y ciudadanía en general y pretenden ser el punto de partida de un cambio sustancial de la política cultural local a partir del compromiso municipal de asumir sus conclusiones y de incorporarlas a un nuevo Plan Municipal de Cultura que, tras un amplio debate ciudadano y político, pueda ser finalmente aprobado por el pleno. La información y las inscripciones para participar se pueden realizar a través de la dirección electrónica culturaymunicipio@ayto-cartagena.es o bien a través de la web www.cartagena.es/jornadasculturales.