s de las cosas positivas que ocurren en la Región de Murcia. No tantas veces hay oportunidad de decir esto, y da gusto. Somos potencia europea en producción agraria ecológica. Estamos en cabeza y vamos que nos disparamos en este asunto, aunque siempre será poco.

Las ayudas del Programa de Desarrollo Rural que dedicará la consejería de Agua, Agricultura y Medio Ambiente en los próximos cinco años se van a duplicar, y los productos que provengan de la agricultura ecológica se priorizarán en todos los asuntos que tengan que ver con la promoción de los productos de calidad de la Región de Murcia. Por su parte, cada vez más agricultores, jóvenes y no tan jóvenes, se deciden a emprender la producción ecológica o a reconvertirse en eco desde producciones clásicas, y cada vez está más engrasada la maquinaria comercial de nuestra producción ecológica hacia la exportación.

Cierto es que en el seno del mercado feroz que supone el mundo agrario globalizado la agricultura ecológica no lo tiene fácil para hacerse un hueco masivo. Sin embargo está demostrado que no son utópicos los planteamientos de los agricultores ecológicos, todo lo contrario. Aunque sea difícil en nuestra alienada sociedad urbana, la producción ecológica viene avalada a todos los niveles por la búsqueda de la calidad y la garantía de salud, aspectos cada vez más valorados por el consumidor medio. Ese nicho de la calidad, la seguridad alimentaria, y la responsabilidad de los consumidores, es el que explota eficientemente la agricultura ecológica, y por ese camino la producción certificada tiene un margen muy interesante de desarrollo que debemos promocionar y recorrer entre todos. Competir en precio contra los tomates marroquíes, nos pongamos como nos pongamos y pidamos las regulaciones que pidamos, será en la práctica imposible, porque sencillamente el mercado poderoso e implacable motor de estas cosas no lo permitirá.

El problema de por qué la producción ecológica no se impone no es otro, creo yo, que la falta de canales de comercialización derivada de la ausencia de una apuesta hacia ese camino por parte de los grandes protagonistas de la comercialización agroalimentaria. Es evidente que habrá comercio agrario responsable en porcentajes mucho más importantes, y además que bajarán los precios de lo eco, cuando las grandes tiendas y los mercados convencionales ofrezcan masivamente la producción ecológica o los productos de calidad derivados de la biodiversidad agraria en peligro.

Con la deseable expansión de la agricultura ecológica el territorio, nuestro territorio, también se vería enormemente beneficiado. No sólo porque retirar del ambiente el máximo de sustancias potencialmente dañinas es bueno en todos los frentes, sino también porque la biodiversidad agraria, trabajosamente heredada de nuestros antepasados, está al borde de la extinción, en tanto que la salud, la calidad y la conservación de los paisajes y las culturas identitarias vienen en buena parte ligadas a la producción agraria tradicional.