Vivamos esa sensación que te queda cuando acabas de hacer algo, que te deja mal sabor de boca, y que cuando reflexionas te dices a ti mismo€ «¡Si no quería hacerlo!». Entonces vienen las preguntas, «¿por qué me he dejado embaucar?, ¿cómo es posible que me hayan engañado?, ¿por qué no me impongo y decido por mí mismo?».

La manipulación o el chantaje emocional puede interpretarse de varias maneras; donde puede aparecer un manipulador que ejerce de controlador y que es consciente de lo que está haciendo; o un manipulador que intenta controlar a otra persona, y no es consciente en ese momento que está manejando su vida; un manipulado, que sabe y reconoce el instante en el que está siendo la marioneta de otro; y un manipulado que se da cuenta de lo que ha pasado una vez transcurrido un tiempo.

Con la manipulación se implanta un control sobre otra persona, se ataca sus puntos débiles sin importancia alguna, se actúa de tal manera para que afloren sus sentimientos de culpabilidad y, sobre todo, se ejerce de víctima en momentos estratégicos, emocionalmente hablando, para conseguir cualquier cosa.

Para que una persona pueda manipular, existe un manipulado o chantajeado; el sentimiento de culpa o miedo es habitual en este sentido; impera la necesidad de agradar y/o ceder para no sentirse culpable, ya que si no hago lo que me dicen, es seguro que se apodere de mí el miedo€ a represalias, a no estar a la altura deseada por el otro, a que se enfaden conmigo, a sentirme solo, etc.

Ni mucho menos es sencillo darse cuenta de ello, ya que vives continuamente al son y rodeado de este tipo de personas que te controlan la vida; y lo ves tan habitual como normal. Por eso mismo, siempre abogo por la autoestima necesaria para reconocer en cada instante qué decisiones tomar en nuestra vida. Claro que me puedo sentir manipulado en ciertas ocasiones; sin embargo, debo y puedo ser consciente de ello.

Esta sería la clave: «Hago lo que me dices€ porque yo quiero hacerlo».