Para entender estos apuntes es necesario, por mi parte, aclarar un par de conceptos económicos: macroeconomía [parte de la economía que se encarga de estudiar el funcionamiento económico en general€ política económica en un país, englobando a toda la sociedad] y microeconomía [parte de la economía que se encarga del comportamiento de cada agente económico de forma individual€ familia, trabajadores].

Puestos estos dos conceptos sobre la mesa, he de referirme a lo que veo día a día en la calle. Por los distintos medios de comunicación nos llega la noticia de que España es la que más crece en el conjunto de Europa, que los grandes números (macroeconomía) son la ´leche´ y en nada vamos a amarrar a los perros con longaniza. Automáticamente pienso: «qué bien, en breve, esto se tiene que traducir a niveles personales, a niveles individuales€». O sea, que todos iremos un poco mejor en nuestro día a día. Pero ocurre que al volver a la calle, al caminar por mi barrio y aledaños, al patear las calles, voy observando que el trasvase ´macroeconomía a microeconomía´ está tardando en llegar. Lógicamente hablo de la ciudad desde donde escribo, Cartagena, y me digo: «ocurre igual que con la lluvia€ el mapa, en la tele, da lluvia en toda España menos en este rinconcito del sureste». En este caso, no creo que la longaniza para los perros se reparta en todo el suelo patrio excepto aquí.

Al salir de casa tengo varios hipermercados, algún que otro centro comercial, más o menos próximos; pero el portal de mi finca da directamente al mayor de todos. No tiene paredes, no tiene techo, tiene suelo, no tiene estanterías, tiene gran cantidad de contenedores perfectamente identificados. Los hay verdes -encontramos todo el material orgánico-, azules -sección papelería y cartonaje-, amarillos -sección latas, plásticos y tetrabrick- y a continuación destaca uno en forma cilíndrica rematado por una semiesfera que es la sección de vidrio. Junto a ellos está la sección de ´oportunidades´ (cacharros, muebles y todo tipo de cachivaches que proveedores locales, vecinos de las fincas colindantes, van depositando junto a las secciones indicadas).

Estos contenedores reciben diariamente cantidad de ´clientes´€ los conozco a todos y con todos hablo y me comentan lo ´contentos´ que están de poder acudir a este maravilloso hipermercado. Se respetan y se reparten la miseria con una dignidad que más de uno quisiera. Hay quien visita, únicamente, el contenedor verde. Está el especialista del cartón y el papel (llega a introducirse en su interior con gran habilidad, pasa de la bicicleta que lleva al interior directamente). El plastiquero, como yo lo llamo, sólo trabaja en el amarillo y lleva un carrito de mano muy chulo. Las ofertas en la sección de oportunidades no duran más de diez minutos, desde su exposición, en ser adquiridas. Creo que hay ojeadores que dan, de alguna forma, la voz de alarma.

Hay otra variedad de ´clientes´€ personas que se aposentan junto a la entrada de un súper, digamos normal, a la espera de la hora en que algún empleado del mismo saca la basura€ lo acompañan al contenedor correspondiente y, respetando escrupulosamente el turno, van tomando lo que necesitan. Llevo observando durante varios meses que dicho súper ha evolucionado en este asunto de la basura procurando sacarla bien compartimentada -yogoures, zumos, verdura, pan€- para que estos clientes puedan servirse mejor. He de decirles que ninguno de estos adquirientes lo hace por deporte o por divertirse€ Lo hacen por pura necesidad; en unos casos para llevarse un trozo de pan a la boca, en otros para poder trapichear con los utensilios que encuentran€ Me causa una pena infinita el ver que algunos Ayuntamientos los multan con 600 euros. ¿Alguien cree que si tuviesen ese dinero serían usuarios de este gran hipermercado?

Mientras quede una persona que se tenga que servir de los restos de otros yo me cisco en la macroeconomía y, por qué no, en la microeconomía.