Lo reconozco y lo asumo: soy un maniático empedernido. No llego al nivel de esa gente que enciende y apaga la luz de su casa siete veces antes de salir porque si no el mundo explotará, pero tengo mis historias en el mundo de ´hacer cosas sin sentido y que para ti son importantes del copón´. Entre las que puedo confesar están alinear tanto la libreta, como los folios o el teclado del ordenador con la horizontal de la mesa para ponerme a escribir. No es que así escriba mejor -creo que mi habilidad ya queda más que en entredicho en las páginas que puede leer a diario-, pero me reconforta. También he llevado esas manías al coche, donde el volumen de la música debe estar en los niveles 7, 10, 13, 16, 17, 21, 23 ó 27; o donde el climatizador no puede estar en medios grados (20,5º, ¡qué horror!). La última que me he descubierto ha sido en el trabajo. Tengo un lapicero de los Guerreros de Uxama, que no sé de dónde ha salido, pero que cuenta con los utensilios justos, a saber: bolígrafos negro y azul, rotuladores de los mismos colores, lápiz, goma y sacapuntas. Bien, pues cuando libro, no sé quién me ´usurpa´ alguno y al llegar de mi descanso... Pues como que empiezo la semana

con el gesto torcido. ¿Será grave, doctor?