Hoy hay elecciones en la que fue mi casa durante más de treinta años, que se dice pronto. Suficientes como para hacerse una idea, y quizá que demasiados para estas cosas. Aunque no hace tanto del desenganche, apenas unos pocos, tras la presidencia de transición, o así la considero yo, de Diego Illán, que lo hizo lo mejor que supo y pudo respetando el legado de Pérez de Lema, del que ambos mamamos y fuimos discípulos, en cuanto a mantener la independencia de Coec frente a cualesquiera otras instancias foráneas „recuérdese el duro contencioso personal con Del Toro por dicha causa„ y que, llegado el momento, al igual que yo, casi que a la vez y al mismo tiempo, desconectamos por jubilación y por principios€

Principios€ eso tan raro y tan cada vez más extraño. Muchos sacrificamos familia, medios, tiempo y dinero, mucho tiempo y dinero, a lo que creímos una causa€ Hay quién viene a echar la caña (tampoco se lo reprocho) a ver qué puede pescar, y si no saca nada, recoge sedal y cambia de puesto. Aunque para los avisados los veamos venir de lejos. A nadie engañan. Pero eso es otra historia. Yo colgué en el momento adecuado€ incluso he llegado a pensar después, por muchas razones, que en el momento más adecuado para los que quedaron que para mí mismo. Fue lo más conveniente para ellos€ La vieja guardia, ya se sabe.

Hoy optan a la presidencia dos aspirantes que vienen de la misma escuela, pero con diferentes maneras de entender la Confederación. El amigo Pedro Pablo y mi amigo Pepe. Un mismo origen, si bien que dos formas distintas de estrategias. La primera, más sosegada, y más política y politizada, aún a costa de merma de la cuota de independencia como herencia recibida. La segunda, más temperamental, más racial, quizá que con menos capital diplomático también, es posible, pero con un mayor sentido de la independencia, sin concesiones políticas€ O, al menos, así lo creo yo. No voy a caer en el tentador absurdo de recomendar ninguna de tales opciones, si bien los que me conocen saben perfectamente mis claras preferencias entre ambos sistemas. Manolo fue mi mejor ejemplo y guía: para ser respetado por todos los políticos de cualquier sigla o tendencia hay que marcar las distancias desde el principio, y dejar claras las líneas entre colaboración y servidumbre. O, como digo yo, entre colaboradores útiles y tontos útiles.

Pero, enfín, no deja de ser más que una opinión mía muy personal. Y es la que me facilita la perspectiva que solo otorga la distancia. Porque esas sutiles diferencias que son difíciles de apreciar desde dentro son muy fáciles de captar desde fuera. Y yo tengo mucho de Coec dentro de mí, aunque Coec no guarde nada de mí en ella. Lo suficiente como para ver las diferencias. Con Pablo se guardarán más las formas y se garantizará una relativa estabilidad. Con Pepe se defenderá mejor la independencia de la Confederación, aun quizá que a costa de cierta tranquilidad. Con el primero existe la posibilidad de no arriesgar, y que se aburran hasta cierto punto. Con el segundo, por el contrario, la osadía y el atrevimiento en defensa de los principios empresariales estarán presentes, y será más entretenido€ incluso divertido. Seguro. Está el conservador de la nueva ola y el revolucionario de la vieja escuela. Un interesante dilema. Sin embargo, yo sabría a quién elegir€ Sí, señor, ya lo creo€