La otra tarde, estaba a punto de cerrar la mercería cuando entró a comprar un señor. Necesitaba unos alamares para sujetarse al cuello una capa. Los quería de color blanco y, cuando le pregunté si era para un disfraz, echó a reír. Entonces me desveló que era miembro de la Orden del Temple y que se coloca la capa cada vez que organizan un acto. ¡Joder, tenía ante mí a un auténtico Caballero Templario! Quedé petrificado y, lo primero que me salió fue «¿Aún existís?». Me informó que, aunque siguen manteniendo estructura militar, ya no son guerreros; ahora se dedican a rezar, meditar y peregrinar a los Santos Lugares. Lo he comentado otras veces: son tal las anécdotas que ocurren en mi comercio o los personajes que allí descubro que hay días en los que tengo la impresión cuando bajo la persiana de que he cerrado la última página de un libro.