Los hablantes muchas veces recurren a signos de distintos lenguajes para dar un tono redundante a un mismo mensaje que asegure su comprensión de manera inequívoca. Entre otros muchos casos, detengámonos en que la función señaladora de los demostrativos se suele reforzar con indicaciones gestuales del dedo o de la mano, con el giro de la cabeza o con tocamientos. Así ocurre cuando nos referimos a una realidad presente, como las distintas partes del cuerpo, que podemos localizar con pronombres o adverbios demostrativos o con la expresión en semejante sitio, mientras nos agarramos o señalamos el punto exacto al que nos referimos. Pero en otros tiempos en semejante sitio podía convertirse en una indicación en clave que, al no ir acompañada del gesto mostrativo, eufemísticamente evitaba identificar de qué lugar se trataba, aunque todo el mundo entendía que se refería a las comperdón partes situadas en la entrepierna o en las posteridades del cuerpo, a las que por pudor convenía no mentar. No como ocurre ahora, que, para bien o para mal, todo el mundo nombra y muestra sin ningún reparo aquello que antes estaba feo señalar.