Autoproclamarse ´vencedor´ en unas elecciones puede no ser suficiente para gobernar. Que se lo pregunten a Mas. Que no será investido presidente pese a haber ganado en votos. Para gobernar, en democracia, se necesita además poder articular mayorías estables. Algo que, por lo que parece, ni el presidente de la Generalitat en funciones ni el PP regional están en condiciones de conseguir, ni Rajoy tiene visos de alcanzar tras las próximas elecciones. Pasado el tiempo de las mayorías absolutas, el panorama se ensombrece „ ¡y de qué manera!„ para los populares. En un escenario de pactos más que previsible, el Partido Popular está abocado a quedarse fuera de juego. ¿Por qué? Esa es la pregunta.

Imaginemos por un momento que la formación de Rajoy llega primera con un 27% de sufragios frente a un 73% del resto. Es una opción más que probable. Lejos de la mayoría absoluta, esos votos sólo le permitiría gobernar si articula una mayoría que, descartados los nacionalismos independentistas, pasa hoy por hoy por Ciudadanos. El tiempo de los Pujol o Arzallus echándole una mano al PSOE o al PP ha pasado a mejor vida. Sin embargo, todo apunta a que el único partido que podría facilitarle el Gobierno no va a mover ni un dedo. El pletórico Rivera no va a rescatar al PP que se hunde, como un Titanic, por la sencilla razón de que ha venido para quedarse con su clientela. Al menos, con gran parte de ella. La fagocitación electoral ya ha empezado „se ha visto en Cataluña„ y continuará en las próximas elecciones.

En la región ocurre tres cuartos de lo mismo. Aquí sobra un Sánchez. A medio plazo no hay espacio para los dos. Así que uno tendrá que quitar al otro. Será cuando la izquierda recupere, después de la larga noche absoluta del PP, la posición que le corresponde, y en la derecha el espacio electoral se haya reducido considerablemente. Para ser hegemónico, el partido naranja tendrá que hacer con el PP lo mismo que hizo el PP con UCD: tragárselo. Miguel sólo puede crecer a costa de Pedro Antonio. Esto no es Cataluña donde Rivera pesca en casi todos los caladeros. Aquí la batalla política no está pervertida por el fantasma del independentismo. Y a políticas económicas similares, Ciudadanos sólo puede marcar la diferencia con el PP mostrándose intratable en temas de corrupción y regeneración, y asfixiándolo políticamente en la Asamblea.

Eso es lo que estamos viendo estos días en que „¡sorpresas te da la vida!„ el Gobierno regional, cambiando de caballo a mitad de carrera, se ha ofrecido a recoger las propuestas de Podemos a cambio de su apoyo al techo de gasto. O lo que le ocurre a Ballesta, que ve cómo se desbarata la red clientelar del Partido Popular forjada durante años en las pedanías, y agarrándose a un enlucido quiere sacar adelante una moción para que gobierne el partido más votado. Todo un secuestro democrático, si no se hace con elecciones a segunda vuelta, que afortunadamente no corre visos de prosperar.

No debería a estas alturas rasgarse las vestiduras el PP con falsos victimismos. En política, los pactos son tan antiguos como la política misma, forman parte de nuestro sistema democrático y el propio PP siendo partido minoritario los ha utilizado o propuesto cuando le ha convenido.

Lo que debería preguntarse el PP es cómo ha gobernado esta región en los últimos veinte años y cómo lo ha hecho en España en esta última legislatura. Por qué la imagen del PP se asocia indefectiblemente a la corrupción, a la especulación urbanística, a los pelotazos, a las desigualdades sociales, al aumento de la pobreza y a los recortes de derechos laborales. Por qué, a estas alturas, son muchos los militantes que se avergüenzan de ser de este partido (dicho por Montoro). O por qué su formación ha llegado a un punto en que va a ser desbancada por Ciudadanos y pasar a ser una fuerza testimonial, no sólo en Cataluña, en el País Vasco o Andalucía, sino prácticamente en toda España.