Hoy me he levantado un poco animal. Es decir, me he levantado un poco mejor persona. Así que hoy, como me he levantado un poco animal, voy a hablarles de Koko. Koko es una famosa gorila adiestrada por la doctora Francine Patterson y otros científicos de la Universidad de Stanford conocida universalmente por comunicarse con sus cuidadores por signos. Como nació el 4 de julio, fiesta nacional en EE UU, le pusieron Koko, que es el diminutivo de Hanabi-Ko, que significa «Hija de los fuegos artificiales» en japonés. La finalidad de su entrenamiento en la Universidad de Stanford era poder comunicarse con ella mediante unos mil signos basados en la lengua de señas americana (ASL). Según sus adiestradores, Koko comprende aproximadamente 2000 palabras de inglés hablado. Incluso su adiestradora, la doctora Francine Patterson, afirma que Koko es capaz de inventar nuevas palabras, ya que para referirse a anillo „una palabra que no le enseñaron„ Koko unió las palabras ´dedo´ y ´pulsera´.

Aunque Koko es conocida mundialmente por sus enormes proezas humanas, estos días ha vuelto a ocupar las páginas de diferentes periódicos y a aparecer en infinidad de televisiones. A sus 44 años, Koko se ha convertido en una tierna y cariñosa madre. Hace unos días, su entrenadora, en nombre de la Fundación Gorila, le regaló seis preciosos gatitos. En el vídeo publicado en el portal Youtube puede verse como Koko mira al interior de la caja con desconfianza y luego comienza a interactuar con los pequeños gatitos. Después de examinarlos una y otra vez dentro de la caja, Koko elige un gatito gris y se lo acerca hasta su cara para verlo mejor. Más adelante, en el vídeo puede verse a Koko haciendo señas para que le coloquen al pequeño gatito en su cabeza. Lo más asombroso es que, además de tomarlos y ofrecerles cariño, Koko hizo espontáneamente a su entrenadora la señal de ´gato´ seguida de la señal de ´bebé´, comprendiendo que lo que tenía enfrente eran ni más ni menos que unos preciosos y pequeños gatitos.

Al margen de algunas excepciones, prefiero a los animales y a los cachorros humanos que a los humanos adultos en general. Prefiero, por decirlo de algún modo, a esa parte más primitiva de la naturaleza, más salvaje, pero siempre emotiva, instintiva y pura. Los seres humanos adultos „sin duda más evolucionados que Koko„ conocen, por lo general, más de 2000 palabras. Sin embargo, no saben usarlas. O las usan en infinidad de ocasiones para hacer daño a sus familiares, a sus compañeros o a cualquier otra persona que se ponga por delante. Insultamos al árbitro, criticamos a nuestra cuñada, ponemos verde a nuestro compañero de trabajo y nos reímos del vecino de enfrente. Las palabras en los seres humanos han pasado de ser comunicativas a lesivas. O, en su defecto, a ensalzadoras de nuestro propio ego, siempre tan desproporcionado con respecto a la realidad.

De igual modo, si bien es cierto que un animal feroz es capaz de despedazar a cien gatos en cinco segundos si se siente amenazado, también es cierto que es capaz de criarlos si los sabe desvalidos. Los seres humanos adultos, sin embargo, somos capaces de torturar a animales por placer, de matar a nuestros semejantes, de abandonar a un perro en una carretera, a un bebé en un contenedor y a un abuelo en una gasolinera. Por eso, cuando veo a Koko y a sus gatitos, me siento más cerca de los animales que de las personas, más feliz en ese mundo donde el corazón del mono domina a la estupidez de nuestro gran razonamiento.