Siempre me pareció una juez poco creíble, entre la farsa y la mala intención o, al menos, una intención sesgada, parcial. Así lo escribí hace mucho tiempo y parece que no andaba muy equivocado. Vivió su etapa estelar batallando contra la Junta de Andalucía, se cobró piezas importantes, pero un cambio de juzgado la alejó de su codiciada presa. Cuando su sustituta pidió hacerse cargo del tema troceando el sumario, ella se revolvió como una serpiente, o sea, con naturalidad. Ahora el Tribunal Superior andaluz, con respaldo del Consejo General, la aparta definitivamente del caso de los ERE, cuestionando su idoneidad e independencia. Por tanto, me sigue pareciendo criticable, en el fondo y en la forma.