Quienes hemos tenido la oportunidad de trabajar en Murcia y con empresas murcianas sabemos de las virtudes y defectos del tejido empresarial de nuestra Región. El murciano es, por lo general, comerciante, extrovertido y, como decimos por aquí, 'muy echao p'alante'.

Aunque a veces no seamos conscientes de ello, es difícil encontrar en una comunidad pequeña como la nuestra ejemplos tan notables de éxito nacional e internacional en sectores tan diversos como los plásticos, el vino, los envases, los muebles, los grupos electrógenos, los cárnicos o el yogur helado. En todos ellos, y en algunos otros, tenemos a auténticos mastodontes llevando el nombre de Murcia por todo el mundo.

Pero los que también hemos salido fuera y hemos tenido oportunidad de comparar lo que sucede aquí con lo que sucede en otras partes de España y del extranjero, sabemos que no es oro todo lo que reluce. Junto a esas virtudes propias de nuestra herencia fenicia y de nuestra situación como región mediterránea, conviven defectos que debemos erradicar cuanto antes si no queremos quedarnos atrás. La pyme murciana, y en esto compartimos vicios con el resto de España, es excesivamente pequeña, poco innovadora y sólo ahora con la crisis parece que ha entendido la necesidad de exportar. Además, y comparativamente con los principales países de Europa, presenta un nivel formativo inferior en sus cuadros directivos que provoca que áreas como la gestión, el marketing, la innovación, los recursos humanos o los procesos de producción presenten atrasos muy preocupantes.

Afortunadamente, y cada vez más, existe en nuestra Región una nueva generación de jóvenes muy preparados que tienen un nivel de formación comparable al de cualquier coetáneo europeo, que han estudiado e incluso trabajado fuera de España, que conocen las nuevas tecnologías y saben cómo utilizarlas y que, además, están dispuestos a conservar lo bueno que se ha hecho y a transformar radicalmente aquello en lo que se está fallando. Es la hora de que en Murcia apostemos por el conocimiento, por rentabilizar esa inversión que durante décadas han realizado anteriores generaciones en forma de educación universal y demos alas a nuevas empresas que modernicen nuestro tejido empresarial, a nuevos liderazgos que sustituyan al viejo patriarca omnipotente y a nuevas formas de gestión que den importancia a la innovación, al marketing, al cumplimiento de los compromisos y a políticas de recursos humanos realmente motivadoras.

En España en general, y en Murcia en particular, estamos acostumbrados a que sea la política la que lleve la iniciativa de todo. Ante cualquier problema, esperamos una ley; ante cualquier necesidad, una subvención; ante cualquier declive de la actividad, un impulso público. No descubro nada si digo que los efectos de la crisis han sido especialmente violentos en la Región de Murcia por factores como la excesiva dependencia del sector de la construcción, el desconocimiento de muchos advenedizos que se lanzaron a la piscina del ladrillazo sin la menor preparación, la escasa industrialización, el diminuto tamaño de muchas de nuestras pymes o las bajas exportaciones. En estos siete años hay quienes han aprendido de algunos de los errores pero, sobre todo, tenemos una generación que ha vivido las consecuencias de los mismos en sus propias carnes y no está dispuesta a repetirlos. Es esta nueva y joven sociedad civil, respaldada por los cimientos que sentaron las generaciones precedentes, la que debe protagonizar el impulso. Tiene la formación para innovar, la experiencia internacional y los idiomas para salir al mundo y competir sin complejos con cualquiera, y creo que también la ambición para crecer y convertir a Murcia en un ecosistema en el que no reine el pelotazo.

Si queremos una región basada en el conocimiento y abierta al mundo, no esperemos ningún milagro de quienes gestionan la cosa pública. Al fin y al cabo, a ellos sólo podemos exigirles que nos molesten lo menos posible. Pongámonos manos a la obra en la economía real, donde suceden las cosas. Que los jóvenes diseñen nuevos proyectos, que quienes tienen la experiencia y los recursos inviertan en ellos y les apoyen, y dejemos que el tiempo nos dé los frutos porque las bases ya están sentadas. Es algo que debemos hacer juntos y es algo que debemos hacer ahora.