Reconozco que mi familia no es nada típica. Sobre todo por parte de abuelos maternos. Seremos así como 40 y, salvo algunas excepciones, todos hemos vivido siempre a dos calles de distancia. Eso ha provocado que la relación con mis primos haya sido siempre espectacular. A veces más estrecha, a veces más alejada, pero siempre ha habido, siempre lo hay y siempre lo habrá un paréntesis en nuestros quehaceres para dedicarnos un momento para charlar de cualquier cosa. Y eso mola. Mola organizar un viaje a ver a tus primos de Palma, avisar de que vais cuatro y luego aparecer 25. Mola que en un viaje extraño cuatro decidan grabarse en la piel el mismo tatuaje. Y mola más que se haya repetido en un par de ocasiones como si fuera ya una tradición. Mola celebrar los cumpleaños y que tu casa se llene de gente que se bebe tu nevera, se come tu despensa, pero que te saca la sonrisa sea el momento de tu vida que sea. Mola llamar a las tantas y encontrar una voz al otro lado que, aunque le hayas traído del séptimo cielo, te escucha aunque tus palabras tengan poco sentido. Mola incluso ver 400 mensajes en el grupo familiar de ´guasap´. ¿Tus primos molan?