La expresión española «no hay que confundir churras con merinas» sitúa como idea clave la incoherencia porque significa colocar en el mismo plano temas o personas de naturaleza muy distinta. Ya saben, la lana de las ovejas merinas es más apreciada que la de las churras. Y confundir churras con merinas es a lo que nos viene acostumbrando el líder de Podemos en el ámbito nacional, Pablo Iglesias, que en el colmo de su confusión, primero miente cínicamente al decir en público que no había sido invitado a la recepción del Rey con motivo del día de la Fiesta Nacional, para más tarde anunciar su no aceptación de la invitación asegurando que «consideramos que nuestra presencia es más útil en la defensa de los derechos y la justicia social en este país, como hacemos a diario junto con otras personas, organizaciones e instituciones, que en este tipo de actos. Combatir la desigualdad es una de nuestras principales prioridades como estamos seguros que también lo será para la Jefatura del Estado y, por tanto, estamos convencidos de que comprenderá esta decisión». Que hay que ser prepotente y altanero para intentar hacer creer que no estaba invitado a la recepción obligando a la Zarzuela a decir que sí lo estaba para tener la oportunidad de declinar dicha invitación públicamente a un acto, no lo olvidemos, que sólo pretende celebrar el Día Nacional. Y ciertamente, no es posible imaginar al secretario general de los laboristas británicos, Jeremy Corbyn, que se declara republicano „ese al que en el colmo del despiste Iglesias hace suyo„ actuando de igual modo ante la Reina de Inglaterra.

Le guste o no al señor Iglesias „ha conseguido que la ciudadanía no sepa qué le gusta o disgusta, porque depende del día„, el rey Felipe VI es el Jefe del Estado español y ya suena raro, por no decir esperpéntico, que alguien que aspira a Gobernar este país (eso es lo que él dice) tenga tan poca consideración por las instituciones que se supone tendrá que respetar en eso del gobernar, pero es que su prepotencia y tontuna parecen no tener límites.

Aunque también puede ocurrir que como los datos de las encuestas han dejado de decirle que es el más alto y el más guapo le resultara molesto someterse al escrutinio de los medios, al que sí sometieron al líder de Ciudadanos, Albert Rivera, quien, al parecer, acaparó toda la atención. Y es que ya saben que Iglesias se muere por llamar la atención, como cuando el pasado abril, en Bruselas, aprovechaba el instante en el que el rey recibía a los eurodiputados españoles para regalarle el DVD de la serie Juego de Tronos y así monopolizar toda la atención de los medios de comunicación, como así ocurrió.

Y es que hemos de reconocer que el aparato de propaganda de Iglesias funciona para estas cosas a la perfección. Si tenemos en cuenta que fueron 1.500 los invitados a la recepción había que hacer algo para no ser uno más de esos 1.500 y nada mejor que montar esos fuegos de artificio de la «defensa de los derechos y la justicia en este país», porque lo que Pablo Iglesias quería asegurarse era el protagonismo en la recepción que los reyes ofrecieron el lunes, día de la Fiesta Nacional, en el Palacio Real, aunque no acudiese a la misma.

En su intento por acaparar el protagonismo de la fiesta todo vale, incluso desairar al rey, su anfitrión, creando falsas polémicas; mintiendo, en definitiva, al pregonar que no había sido invitado por el monarca.

La cortesía, el respeto a las instituciones, el saber estar en cualquier momento, es algo que se espera de todos, de manera especial de aquellos que nos han de representar, de nuestros gobernantes, o de los que aspiran a ello, y cuando esto no ocurre chirría, chirría tanto que se hace insoportable.