Si usted está leyendo estas líneas es porque el mundo aún sigue en pie. Obvio. No lo es tanto para una comunidad cristiana de la estadounidense Filadelfia, para la cual la vida en la Tierra tenía que haber reventado en el día de ayer, convertida en pasto de las llamas redentoras. Ya saben, el fuego todo lo purifica. Imagino que serán fans de Nostradamus, quien ya adelantaba como origen de nuestro ineludible final como especie los rayos ultravioletas del astro Sol.

Fenómenos como el de la súper luna que nos maravilló hace unos días sirven de trampolín para el lanzamiento de predicciones catastróficas, normalmente relacionadas con castigos divinos por nuestro inmoral comportamiento. Vamos, que este tipo de pronósticos se construye con el mismo cemento que los telediarios: no tienen en cuenta otra cosa que lo calamitoso de la vida. ¿Será verdad que el lado oscuro hace ya sombra a las buenas intenciones?

El cometa Halley, el cambio de milenio, escrituras bíblicas, cálculos astronómicos? cualquier excusa es buena para alimentar nuestra obsesión por acertar con la fecha de caducidad del planeta que habitamos. En verdad estoy convencida de que hallar el origen verdadero que acabará definitivamente con el ser humano es más sencillo y creíble que cualquiera de las teorías que se han expuesto desde tiempos inmemoriales. Es más, es en aquellos tiempos cuando se dio con la clave de todo este intríngulis tan rentable para las productoras cinematográficas: el hombre es un lobo para el hombre. ¿Les suena? Yo lo descubrí en las clases de latín que tanto me gustaban y tan mal se me daba en el instituto (fíjense si era negada, que un día mi profesora vino a darme la enhorabuena por mis progresos: había sacado un cinco pelao).

Retomando el hilo, no necesitamos ni dioses enfurecidos, ni rocas extraterrestres sin rumbo y mucho menos alineamientos planetarios. Nos valemos y nos bastamos para acabar con nosotros mismos. De hecho, ya lo hacemos en muchas partes del planeta, donde para millones de personas su mundo, la vida, se ha desvanecido de forma catastrófica a manos de sus semejantes.

Y a pesar de todo lo dicho, ahora me toca a mí lanzar propuesta para cataclismo inminente: predigo que antes de que acabe el año millones de españoles volverán a las escuelas para suspender, una vez más, en su intención de enderezar lo que bancos y constructoras se encargaron, durante años, de tirar por tierra. A ver si acierto?