Hoy la cosa va de números, que son áridos, así que pido disculpas por anticipado. Números que servirán para entender porqué tantos separatistas catalanes consideran la cuenta de escaños suficiente para legitimar ese disparate llamado independencia de Cataluña.

La población catalana era, a diciembre de 2014, y según el Instituto de Estadística de Cataluña, de 7.518.903 personas, de los cuales 5.510.713 forman parte del censo electoral. De estos, 4.115.807 emitieron votos válidos. Ya ven, casi millón y medio de catalanes pasando del tema y el resto de España en vilo. Si es que no tenemos remedio.

Pero entender mejor lo que hoy explico, que no es otra cosa que la Ley electoral catalana y su influencia en los resultados de las votaciones, requiere que nos centremos no en el censo, sino en la población real de cada circunscripción. Por provincias, y de mayor a menor poblada, los datos son estos: Barcelona, 5.523.784 habitantes; Tarragona, 800.962; Gerona, 756.156 y Lérida, 438.001. Como verán, las diferencias en población son abismales entre Barcelona y el resto. Se da la circunstancia también de que esta provincia cosmopolita y abierta alberga una gran capital, grandes empresas y focos de cultura y en consecuencia, más influencias foráneas y menos caspa catalana.

Un peligro para el nacionalismo de barretina, que paradójicamente utiliza la marca Barcelona como proyección europea y mundial. Y como lo saben, parieron una ley electoral que es la más peculiar de España: Umbral mínimo del 3% para obtener representación por cada circunscripción, un mínimo de seis parlamentarios por cada provincia y a partir de ahí, un escaño por cada 40.000 habitantes excepto en el caso de Barcelona, que ha de ser cada 50.000 habitantes. Esta distorsión supone, por ejemplo, que Barcelona, con el 73,5% de la población catalana sólo elige el 63% de los escaños (Lleida ens roba). Añádanle al sistema los perversos efectos del sistema D'Hont y tendrán la respuesta a porqué en Cataluña es posible que quien gana en escaños no tenga que hacerlo necesariamente en votos.

Además, establece la norma que por mucho que pueda aumentar la población de Barcelona, ésta sólo podrá elegir como mucho 85 diputados de los 135 que ahora mismo tiene el Parlamento catalán. Para los partidos nacionalistas es una bicoca, pues su implantación es mayor en la Cataluña profunda y norteña. De este modo, mientras que Juntos por el Sí ha necesitado una media de 25.000 votos para obtener cada escaño, partidos como Ciudadanos, Partido Socialista de Cataluña o Partido Popular necesitan hasta 32.000 para el mismo resultado. Pero si atendemos al interés del votante, la diferencia se hace aún mayor: los barceloneses eligen diputado cada 49.000 votos; los ilerdenses, cada 21.000. En la práctica, con el 40% de los votos se obtienen el 46% de los escaños, lo que permite a su vez que obteniendo el 36% del voto de todo el censo (no de los votos emitidos) puedan decirnos que están legitimados para continuar con su delirio.

Por eso cuentan escaños y no votos. Saben que un referéndum imposible para el Estado era el señuelo perfecto para alimentar su victimismo y continuar tensando la cuerda en busca de ventajas competitivas frente al resto de españoles. Por algún lado tenían que salirles las cuentas. No olviden que en un referéndum todos los votos cuentan igual.