En muchos medios de comunicación y en los partidos políticos, el balance del resultado de las elecciones catalanas depende del cristal con el que los analizan.

Unos ponen el acento en la victoria de las candidaturas independentistas. Otros en el número, inferior al 50%, de votos del Sí. Y todo el mundo lo hace en función de su posición previa.

En esta suerte de diabólico plebiscito, en que Partido Popular, Ciudadanos, Convèrgencia y Esquerra han querido convertir las elecciones, la coalición Catalunya Sí que es Pot (Cataluña Sí se Puede) a la que apoyaba Podemos, no ha logrado un buen resultado y ya se han encargado bien de magnificar ese hecho, intentando utilizarlo para que su deseo de eliminarnos del mapa se convierta en realidad.

Y, efectivamente, quienes han ganado son quienes se han puesto de un lado o de otro de la independencia. Quienes han alimentado el voto con banderas, sentimientos y muy poco debate razonado sobre los problemas de la sociedad catalana y que parecían arreglarse, alternativamente, sólo con la pertenencia al Estado Español o a un nuevo Estado Catalán. Nos encontramos así con una realidad en la que los dos bandos que se autoproclaman ganadores se muestran, en este tema, irreconciliables uno frente al otro.

Y ahí está Podemos, con la única posición que puede convertirse en solución, reconociendo el derecho del pueblo catalán a decidir su futuro y defendiendo su convencimiento de que en el marco de una España incluyente, Cataluña puede llegar a ejercitar su soberanía y cumplir los derechos sociales que le han robado, como nos los están robando a los pueblos de toda Europa.

Visto el resultado, la única posibilidad de resolver el asunto nacional de Cataluña, de forma democrática y mayoritaria, está en el lugar en que se situó Podemos. Lo demás será seguir jugando a la confrontación, a dibujar problemas inexistentes y a no tratar lo esencial. Aunque, seguramente, seguiremos viviendo esta batalla inventada para alimentar los respectivos electorados, vistos sus buenos resultados.

Y aquí está el meollo de la cuestión y del que nadie habla demasiado en ninguna tertulia ni en ningún comunicado. Dicen la verdad cuando afirman que han ganado, unas opciones y las otras. Porque la mayoría defienden lo mismo, en términos económicos y sociales.

Convergència y Ciudadanos, encumbrados como ganadores de los comicios catalanes, pertenecen al mismo grupo en el Parlamento Europeo, el de los Liberales. Así que, al final, han ganado quienes defienden la prevalencia de los beneficios en Bolsa, frente a quienes defendemos el cumplimiento de los derechos humanos como horizonte de nuestras propuestas políticas.

Han ganado quienes esconden tras la bandera, que en realidad utilizan como alfombra, su apoyo a los recortes sociales. Ganan quienes hablan de patria mientras se olvidan de sus compatriotas. Su triunfo ha sido que no se hable de corrupción, de paro, de desahucios? Y quienes no han sido partícipes del deterioro de la situación social y económica, sí han colaborado ahora en que los problemas reales de la gente no hayan sido el centro del debate.

Lo han conseguido. Sólo se ha hablado de independencia para, además, no llegar a ninguna solución satisfactoria. El resultado es un callejón sin una salida en la que nadie se sienta derrotado al cien por cien. Han determinado el campo de juego y han ganado. De ahora en adelante, los unos y los otros seguirán hablando de lo bien que les ha ido, aunque hayan dejado los problemas del pueblo catalán a un lado. Mientras, los bancos y especuladores que nos llevaron a la ruina seguirán financiándoles la próxima campaña electoral a todos ellos, frotándose las manos: El negocio va bien.