Cuántas instituciones pueden presumir en España de haber cumplido un siglo? No me he parado a bucear en Internet para comprobarlo porque es innecesario hacerlo para confirmar, sin ningún género de dudas, que muy pocas. En la Región, los actos para conmemorar los primeros cien años de existencia de la Universidad de Murcia estuvieron a la altura de las circunstancias, no solo porque fuera el Rey Felipe VI quien abrió el curso universitario para todo el país desde el atril murciano ni porque el rector José Orihuela estuviera acompañado por una treintena de colegas y por representantes de todos los estamentos de la sociedad murciana. No, no solo por esas razones, que ya serían suficientes, sino -y creo es lo más importante- porque la inmensa mayoría de los murcianos sienten la institución docente como algo suyo, hayan o no hayan pasado por sus aulas, tal es el nivel de imbricación, y esa cercanía se percibió ese día y se ha percibido a lo largo de los años. Tuve la suerte de participar en uno de los actos previstos estos días: la recreación de la comida servida el 23 de marzo de 1932 en el entonces recinto universitario que ocupaba el colegio mayor Cardenal Belluga en la que participaron: el doctor en Derecho Juan de la Cierva; el entonces secretario general de la Presidencia del Gobierno, Ángel Ruiz de Rebolledo; el rector de la UMU, José Lostau; el catedrático de Derecho Penal de la UMU y diputado a Cortes Mariano Ruiz Funes; el alcalde de Murcia, José Moreno Galvache; el rector de la Universidad de Madrid, José Giral; y, finalmente, el presidente de la República española, Niceto Alcalá Zamora. Con una jugada maestra de Lostau y sus compañeros murcianos, la Universidad de Murcia, condenada tres años antes, se salvó definitivamente. El profesor Alberto Requena fue el encargado de explicar a los presentes el emotivo momento histórico que estaban viviendo y lo hizo con un acertado relato en el que maridó historia, cultura, sabores, sensaciones y texturas. Los miembros de la Academia de Gastronomía de la Región de Murcia bucearon en la memoria de los fogones y el chef del Promenade, Cayetano, se encargó de resucitar unos platos tan exquisitos que no me extraña que los presentes hace 83 años firmaran la continuidad de nuestra universidad. Yo habría rubricado lo que me hubieran puesto delante tras el ágape. Cien años dan para mucho en una suerte de proceso inabarcable para cuantos viven en ese periodo de tiempo. El relato se repite con obstinación y los malos momentos vividos a lo largo de este siglo en el seno de la universidad no pueden empañar la solidez, el esplendor y el futuro que tiene uno de los baluartes de la Región de Murcia.