Creo que nunca se perdona si no se olvida. La cuestión es que te puedes pasar una vida entera anclado a tu pasado, a aquello que ocurrió que no perdonas, y que no te deja vivir en paz.

Para nada es fácil saber perdonar, es un acto que conlleva multitud de recovecos en nuestra mente, y que antes de ello hay que pasar por un mar de emociones tan justificadas como normales. Ira, tristeza, desolación, frustración, rencor€

Cuando perdonamos, pero no olvidamos, le estamos dando a nuestra vida el significado de permanecer constantemente en el daño, en la herida. El perdón es algo más que un gesto; ya que el autoconocimiento es esencial para lograr ejercerlo en toda su dimensión. De palabra no es suficiente, es más, es un autoengaño. Debe ser verdadero desde muy dentro, tocado por los sentimientos más interiores, pasando por la comprensión, por la calma, por la reflexión, incluso por la valentía.

Ese rencor o frustración por algo que te ha ocurrido, te mantiene forzado y unido a la negación continua para seguir hacia adelante. Tu pensamiento, tus actos e incluso tus emociones solo viven en el pasado, en la búsqueda de respuestas no satisfechas, y en algo que nunca crees que puedes llegar a comprender.

Como siempre reflejamos en lo que escribimos, el perdón es un acto que se inicia en la toma de una decisión; y sí€ es una de las elecciones más importantes y difíciles que puedes tomar en tu vida; ya que el perdonar y olvidar podrá llevarte a unos caminos con más luz que la oscuridad del rencor.

Decía la madre Teresa de Calcuta: «El perdón no es un sentimiento, es una decisión; porque cuando perdonamos no sentimos más la ofensa, no sentimos más rencor. Perdona, que perdonando tendrás en paz tu alma y la tendrá el que te ofendió