De las muchas leyendas que corren por nuestra región, una de las que más me impresiona siempre es la del Durmiente de Sierra Espuña.

Águilas, 1928. Mariano Serrano, un boy scout de 8 años, falleció durante el transcurso de un partido de fútbol. Sus compañeros, impresionados por el suceso, decidieron sufragar una escultura que lo recordara para siempre. Instalaron la estatua en Sierra Espuña, el paraje favorito del muchacho. A la inauguración vino hasta el jefe nacional de los exploradores, convirtiéndose el monumento en un lugar de peregrinación para los scouts de la provincia de Murcia. Pero en 1940, tras ganar la Guerra, Franco decide prohibir el movimiento scout y confiscar todos sus bienes. Entre las decisiones está la de destruir la escultura del pequeño Mariano por contener símbolos masónicos. Ante la noticia, y antes de que se consumara el disparate, cinco de sus compañeros suben una noche hasta la sierra, desmontan la escultura, la envuelven en mantas y la entierran en un lugar indeterminado del paraje. Y allí, hacen la promesa de no desvelar nunca el paradero de la estatua.

Y lo cumplieron. Pues el último superviviente de los cinco amigos, afectado de demencia senil, murió sin poder señalar el lugar donde enterraron la imagen del pequeño Mariano, que aún hoy, 75 años después, permanece oculta en algún lugar incierto de Sierra Espuña.