Todos estamos consternados ante las dantescas imágenes que nos inundan sobre las familias desesperadas que huyen del infierno. Me van a permitir que guarde silencio ante la foto del niño Aylan Kurdi ahogado en una playa turca. ¿Para qué más palabras? Esta instantánea ha sido, no obstante, el punto de inflexión que ha sacudido la conciencia de los políticos europeos, tan poco dados a actuar si no es imprescindible. Conviene recordar en este punto cuáles eran los cupos de asilados que cada país tenía previsto acoger antes de que muriera el pequeño Kurdi y compararlos con los que finalmente se asumirán en un intento de tranquilizar a los ciudadanos que, como siempre, han sido los primeros en dar un paso al frente para presionar en busca de soluciones. La diferencia entre lo que los países europeos estaban dispuestos a acoger y los que finalmente asumirán es de cientos de miles de personas. Sin embargo, la avalancha de solidaridad no puede quedar en un mero formalismo, porque de lo contrario corremos el riesgo de que la ayuda no sea efectiva. Es imprescindible actuar con rapidez y sentido común, términos más bien alejados de los usos de buena parte de los políticos que nos gobiernan. Pero no queda otra que dejarlos que organicen la que tenemos encima, que no es menuda, pero a la que hay que dar una respuesta que será larga en el tiempo y complicada en su desarrollo y ejecución. El activista malagueño Manu Pineda, que ha sido escudo humano en Gaza, advertía esta misma semana en nuestras páginas de que «un refugiado no es lo mismo que un saharaui que viene a pasar el verano», con lo que debemos seguir presionando, pero para que se hagan bien las cosas, se establezca una estrategia común y se solucione una tragedia de proporciones descomunales.

Pereza ante los separatistas. Por fin ha comenzado la campaña de las autonómicas catalanas luego de dos legislaturas completas de intensa precampaña electoral en la que han conseguido hastiar a la mayoría de los españoles (no me hacen falta encuestas del CIS para sostener esta frase) y tensar tanto la cuerda como para convertirse en uno de los principales problemas de este país. Qué pereza causa escuchar las mentiras de los defensores de la separación; qué nauseabunda es la manipulación atroz a que los medios de comunicación públicos, y unos cuantos privados, no todos, han sometido a Cataluña y al resto de España; qué delirante es todo este sinsentido en el que nos han metido unos cuantos políticos de tercera únicamente pendientes de perpetuarse en su sillón sea cual sea el precio que vayan a pagar las personas. En dos semanas conoceremos el desenlace de las elecciones, que se antoja incierto en estos momentos. Creo, no obstante, que sea cual sea el resultado de las urnas, todos habremos perdido.