Yo creo que la fecha ha sido apropiada. El pasado jueves en el restaurante Hispano, el pintor Juan Bautista Sanz inauguró una exposición (dieciocho cuadros) titulada Desayuno en París. París en los cartones pintados de Juan Bautista confirman que el pintor se quedó con el alma de aquella ciudad hermosa, con su tristeza y su romanticismo, con su deseo de volver siempre, hace ya muchos años, cuando viajó a la ciudad del Sena con su amigo el también pintor Antonio Gómez Cano.

Por eso, quien conoce de esos viajes de la memoria de Juan Bautista y quien vea la exposición y recobre el pulso poético de la canción de Jaques Brel Les prenóms de Paris, reconocerá que es una ciudad de poesía y de arte, de aquel beso fotografiado delante de su Ayuntamiento o de aquella esperanza repetida desde el cine de «siempre nos quedará París».

Porque es Paris así ciudad de la nostalgia, del regreso, como Juan la ha pintado, de su mismo color y de su misma acuarela, de su mismo forro de la memoria y de su mismo sentimiento poliédrico, como es Juan también.

Y en eso, la tendencia de Juan a darle esa pátina de melancolía, de haber interpretado la canción De Brel de la ciudad nombrada para el amor, para el primer beso robado, la de una única mirada en sus noches de música y sus días grises; de la misma razón que las pinturas de Juan B. Sanz ahora en El Hispano, que se alza de esa música callada de esa soledad sonora que tiene la poesía y la buena pintura, como es la suya, porque hay ciudades que hacen tu pulso, tu temperamento artístico, el pulso poético cromatizado por la lluvia de Paris ayer. Cómo olvidar eso si, además, Juan iba con otro pintor, con Gómez Cano. El París inmenso del Sena, de barrio en barrio.

El pintor ha dejado obra en El Hispanopara desayunar allí con el fondo de su antológica sobre París (ojalá pongan por las mañanas esa canción de Los nombres de París). Es una exposición de la melancolía, de la amistad de un viaje, de una memoria.

Salíamos de la exposición y pensaba yo en aquellos enormes cartones de Lautrec, confiados al Molins Rouge, al ambiente de la noche parisina, y entendía que Juan ha hecho de su muestra un recuerdo del día, del Paris grisáceo que alumbra tan bien lo que Brel dice en su canción: «Es mañana París, y todo que vuelve a empezar». El recuerdo de aquel viaje que nos lleva en esa canción. Y en la obra de Sanz, porque hay ciudades que, como París, te siguen, te persiguen, y no te dejan nunca, sino que vuelves a ellas irremediablemente, porque son de la belleza que tú anhelas y porque son de aquel beso robado, de aquella mirada tan distinta, de aquella música callada escrita en unos bellos cartones.

Oh, París, siempre para volver a aquella huella de una fotografía, al cine a o la pintura, como ocurre en estos cuadros de mi amigo. Et c'est Paris je reviens.