Pasamos siete años juntos. Te sacaste el bachiller y casi la carrera conmigo, a falta del TFG. Compartimos millones de momentos. Entre abrazos y besos hemos dormido las noches de invierno bajo la manta, incluso has estado ahí cuando lo he pasado mal. Casi todos los momentos que recuerdo estás tú. Pero desde hace una semana beso tu foto todas las noches antes de ir a la cama. A veces lloro, incluso. Lo único que puedo hacer desde entonces es recopilar todas nuestras fotos en el móvil y acumular cosas en la estantería de la habitación. Mamá lo ha pasado mal. Y Papá también, aunque a veces tenía ese carácter contigo. También el resto de la familia. Hace una semana murió mi gato Bigin. Él tenía los pulmones delicados casi desde que nació. Como lo criamos a mano desde chico, sus defensas no eran las más idóneas. La noche antes de fallecer se quedó dormido a mi lado, como era habitual desde los últimos siete años. A la mañana siguiente, cuando me desperté, Bigin estaba muerto en mi habitación. Durante la madrugada se fue al comedor, pero hizo el último esfuerzo por querer cerrar los ojos lo más cerca de mí. Duermo con su pelota verde debajo de la almohada.