El pasado domingo, paseaba por el centro de Madrid cuando en un portal vi sentado a un mendigo. Ante él, en el suelo, había colocado una gorra y un trozo de cartón donde había escrito con rotulador «Para el Ferrari». No dando crédito a lo que había leído, le miré con ojos recriminatorios a la cara y me respondió encogiendo los hombros y con una sonrisa. Continué andando y, a los pocos pasos, también se fue instalando en mi rostro una sonrisa. ¿Por qué no? me dije. Me detuve, palpé mi bolsillo y encontré una moneda de un euro y otra de veinte céntimos. Entonces regresé y decidí colaborar en la adquisición del automóvil. Eché en la gorra la moneda de 20 céntimos (tampoco era cuestión de emocionarle mucho) y le dije «cuando pases por mi puerta, toca el claxon€». El mendigo lo agradeció regalándome un aplauso y unas risas.